miércoles, 24 de abril de 2013

AQUEL PERDIDO ANTEPASADO DEL "BONDI"

En las mañanas complicadas de cara al trabajo, pueden verse algunas miserias en las paradas de colectivo: aquel que se adelanta (se "cola") ante una madre y su bebito, el colectivero que no levanta pasaje ante su obligación, el apurado que se levantó tarde...

Pero también surgen aspectos solidarios perdidos en el tiempo, como la de viajar con desconocidos en un taxi y pagar de forma conjunta.

Lo individual nos hace dudar "¿viajamos con extraños o esperamos lo inesperable?". En este contexto surgen temas interesantes y reflexivos como este:

En 1928, y cerca de la Av. Rivadavia al 8800 se reunían en tertulia algunos taxistas. Entre los más entusiastas de la reunión, surgió la idea de poner en práctica el "auto-colectivo".

Los auto-colectivos llevaban hasta 5 pasajeros y no cobraban boleto al subir: recién cuando llegaban a destino los pasajeros pagaban el viaje (10 centavos hasta Plaza Flores, 20 de punta a punta del recorrido).

La mecánica era la siguiente: los choferes se paraban en las esquinas gritando como locos para un lado y para el otro, anunciando viajes por módicas sumas: "¡A Plaza Flores diez centavos! ¡A primera Junta veinte!". Una vez que estaban todos los pasajeros sentados, el auto (que contaba con capota tanto para protegerse en los días de lluvia, como para las agobiantes jornadas del verano porteño) arrancaba y no se detenía hasta llegar al lugar de destino.

Hubo casos en que algún pasajero tenía el privilegio de bajar en la puerta de su casa, generando el asombro o la envidia de sus vecinos, quienes se preguntaban si ese buen hombre se había comprado un auto.

Atentas a un machismo porteño casi desmedido, las mujeres eran reacias a subirse a los colectivos, es por ello que los dueños de los vehículos utilizando técnicas de marketing, contrataron a algunas mujeres como viajantes para animar a otras mujeres a viajar.

Y como en todos los aspectos de la vida, existía la competencia desleal. Si algún chofer tenía la mala suerte de padecer algún percance callejero, o por ejemplo pinchaba una goma, lo más seguro sería que algún colega taxista que pasaba a su lado carcajeara de lo lindo e incluso cargara al infortunado.

La primera línea de auto-colectivo de la ciudad circuló el 24 de septiembre de 1928. Partía desde Primera Junta, paraba en Plaza Flores y finalizaba en Lacarra y Rivadavia.

La aparición de este nuevo medio de transporte generó preocupación en las empresas ferroviarias y tranviarias, quienes realizaron presiones de todo tipo.

Pero las carrocerías de los automóviles, que demostraron ser poco eficaces para atender las demandas crecientes de los servicios, fueron la excusa perfecta. Pronto, este tipo de transporte comenzó a sustituirse por el chasis de camión, similar al de nuestros días.

En la foto: Auto-colectivo, de la línea 18 (circa 1930)

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miércoles, 24 de abril de 2013

AQUEL PERDIDO ANTEPASADO DEL "BONDI"

En las mañanas complicadas de cara al trabajo, pueden verse algunas miserias en las paradas de colectivo: aquel que se adelanta (se "cola") ante una madre y su bebito, el colectivero que no levanta pasaje ante su obligación, el apurado que se levantó tarde...

Pero también surgen aspectos solidarios perdidos en el tiempo, como la de viajar con desconocidos en un taxi y pagar de forma conjunta.

Lo individual nos hace dudar "¿viajamos con extraños o esperamos lo inesperable?". En este contexto surgen temas interesantes y reflexivos como este:

En 1928, y cerca de la Av. Rivadavia al 8800 se reunían en tertulia algunos taxistas. Entre los más entusiastas de la reunión, surgió la idea de poner en práctica el "auto-colectivo".

Los auto-colectivos llevaban hasta 5 pasajeros y no cobraban boleto al subir: recién cuando llegaban a destino los pasajeros pagaban el viaje (10 centavos hasta Plaza Flores, 20 de punta a punta del recorrido).

La mecánica era la siguiente: los choferes se paraban en las esquinas gritando como locos para un lado y para el otro, anunciando viajes por módicas sumas: "¡A Plaza Flores diez centavos! ¡A primera Junta veinte!". Una vez que estaban todos los pasajeros sentados, el auto (que contaba con capota tanto para protegerse en los días de lluvia, como para las agobiantes jornadas del verano porteño) arrancaba y no se detenía hasta llegar al lugar de destino.

Hubo casos en que algún pasajero tenía el privilegio de bajar en la puerta de su casa, generando el asombro o la envidia de sus vecinos, quienes se preguntaban si ese buen hombre se había comprado un auto.

Atentas a un machismo porteño casi desmedido, las mujeres eran reacias a subirse a los colectivos, es por ello que los dueños de los vehículos utilizando técnicas de marketing, contrataron a algunas mujeres como viajantes para animar a otras mujeres a viajar.

Y como en todos los aspectos de la vida, existía la competencia desleal. Si algún chofer tenía la mala suerte de padecer algún percance callejero, o por ejemplo pinchaba una goma, lo más seguro sería que algún colega taxista que pasaba a su lado carcajeara de lo lindo e incluso cargara al infortunado.

La primera línea de auto-colectivo de la ciudad circuló el 24 de septiembre de 1928. Partía desde Primera Junta, paraba en Plaza Flores y finalizaba en Lacarra y Rivadavia.

La aparición de este nuevo medio de transporte generó preocupación en las empresas ferroviarias y tranviarias, quienes realizaron presiones de todo tipo.

Pero las carrocerías de los automóviles, que demostraron ser poco eficaces para atender las demandas crecientes de los servicios, fueron la excusa perfecta. Pronto, este tipo de transporte comenzó a sustituirse por el chasis de camión, similar al de nuestros días.

En la foto: Auto-colectivo, de la línea 18 (circa 1930)

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