miércoles, 1 de mayo de 2013

CRONICAS DE UNA SUDESTADA

Joel Roberts Poinsett fue un físico, botánico y estadista estadounidense que estuvo por Buenos Aires en una misión de "espía".
Su misión era la de investigar las perspectivas de los revolucionarios en su lucha por la independencia de España. Fue así como tuvo su paso por Chile, Perú y la Argentina.

Aquí llegó tiempo después de la revolución de mayo, y se encontró con una Junta con una fuerte influencia británica. Igualmente se las arregló para hacer un acuerdo comercial que permitió enviar productos desde EEUU libres de impuestos.

Más allá de ser un chantapuffi, Poinsett no conoció el paraguas (ni dejo abandonado ninguno en la vía pública luego que se le rompiera) pero sí conoció una sudestada, y nos cuenta como ocurre el fenómeno:

"... presencié un fenómeno cuyas singulares circunstancias me inducen a informar aquí sobre él. La atmósfera se oscureció de repente, y todos los indicios anunciaban una tormenta. Oyóse un estruendo y todos corrimos a la calle para ver de qué procedía: cuando, estupefacto, vi una columna de polvo más alta que las casas, y tan ancha como la calle, que avanzaba hacia nosotros con rapidez y precedida por remolinos de viento que levantaban las basuras y el polvo del aire. Apenas tuvimos tiempo de cerrar las puertas y ventanas, cuando pasó, oscureciendo el aire y forzando el polvo por las hendijas de puertas y ventanas, de manera de cubrir todas las mesas y los muebles. La atmósfera quedó de nuevo clara, pero el viento continuó soplando con gran violencia. [...] Al tercer día el viento, que hasta entonces había soplado del sureste, cambió al suroeste, y soplando con fuerza pronto despejó un cielo claro y hermoso, y en pocas horas las calles quedaron perfectamente secas ..."

J. R. Poinsett, "Diario de Viaje a Río de Janeiro, Buenos Aires y Chile" 1810-11

Nota: Desde Metejon de Barrio pregonamos que se tiren los paraguas no en cualquier lado sino en los cestos de basura que podemos encontrar cada 25 metros.
Al fin y al cabo... el paraguas no tiene la culpa.

La foto es ilustrativa

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miércoles, 1 de mayo de 2013

CRONICAS DE UNA SUDESTADA

Joel Roberts Poinsett fue un físico, botánico y estadista estadounidense que estuvo por Buenos Aires en una misión de "espía".
Su misión era la de investigar las perspectivas de los revolucionarios en su lucha por la independencia de España. Fue así como tuvo su paso por Chile, Perú y la Argentina.

Aquí llegó tiempo después de la revolución de mayo, y se encontró con una Junta con una fuerte influencia británica. Igualmente se las arregló para hacer un acuerdo comercial que permitió enviar productos desde EEUU libres de impuestos.

Más allá de ser un chantapuffi, Poinsett no conoció el paraguas (ni dejo abandonado ninguno en la vía pública luego que se le rompiera) pero sí conoció una sudestada, y nos cuenta como ocurre el fenómeno:

"... presencié un fenómeno cuyas singulares circunstancias me inducen a informar aquí sobre él. La atmósfera se oscureció de repente, y todos los indicios anunciaban una tormenta. Oyóse un estruendo y todos corrimos a la calle para ver de qué procedía: cuando, estupefacto, vi una columna de polvo más alta que las casas, y tan ancha como la calle, que avanzaba hacia nosotros con rapidez y precedida por remolinos de viento que levantaban las basuras y el polvo del aire. Apenas tuvimos tiempo de cerrar las puertas y ventanas, cuando pasó, oscureciendo el aire y forzando el polvo por las hendijas de puertas y ventanas, de manera de cubrir todas las mesas y los muebles. La atmósfera quedó de nuevo clara, pero el viento continuó soplando con gran violencia. [...] Al tercer día el viento, que hasta entonces había soplado del sureste, cambió al suroeste, y soplando con fuerza pronto despejó un cielo claro y hermoso, y en pocas horas las calles quedaron perfectamente secas ..."

J. R. Poinsett, "Diario de Viaje a Río de Janeiro, Buenos Aires y Chile" 1810-11

Nota: Desde Metejon de Barrio pregonamos que se tiren los paraguas no en cualquier lado sino en los cestos de basura que podemos encontrar cada 25 metros.
Al fin y al cabo... el paraguas no tiene la culpa.

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