viernes, 30 de marzo de 2012

BROMAS PESADAS PARA CABALLOS
 

A mediados del 1800, cuando el tren había dejado de ser una "creación infernal" para los porteños, un cuarteador cuyo caballo era campeón de cinchadas, desafió al tren... Y los empleados del ferrocarril aceptaron el reto.

Entonces, el noble caballo fue enlazado a su oponente y por un momento pareció que el animal vencía al monstruo de hierro. Todo esto ante la mirada estupefacta de una multitud.

Pero todo era una ilusión... una broma de los maquinistas.


Los conductores habían puesto la marcha atrás y el caballo vencía, pero cuando la invirtieron, la locomotora resopló, se cortó la cuerda, y así fue como el progreso venció a las pampas salvajes.





EL VELOCIPEDO DEL TERROR

La primera bicicleta que llegó al país fue traída en el año 1885 por don Benito Sassenus, aunque se empezó a popularizar por Antonio Ravizza un relojero que se pasaba el día encerrado en su taller, y de noche acostumbraba a salir a dar unas vueltas por las calles utilizando un "velocípedo" (así se denominaba a la bicicleta) que se componía de dos ruedas, una grande adelante y otra chica atrás.


La bicicleta tenía un gran farol que iluminaba con un mechero a kerosén, lo que hacia que no tuviera quieta la luminaria al pasar por las calles. Los vecinos al ver que se aproximaba un bulto con luz sin producir ruidos creían que se trataba de un alma en pena, cerraban las puertas y las ventanas; algunas personas hasta incluso corrían asustadas.


Con el correr del tiempo se fue conociendo que aquel objeto era el relojero con su bicicleta y así se empezó a popularizar el uso de la bicicleta.

miércoles, 28 de marzo de 2012


EL "COCOLICHE"

Antonio Cuccoliccio fue uno de los tres millones de inmigrantes italianos que desembarcaron en el puerto de Buenos Aires entre fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX en busca de una vida mejor.

Al poco tiempo, Cuccoliccio consiguió un empleo como peón en el circo de los hermanos uruguayos José y Jerónimo Podestá, en el cual se dedicaba a la limpieza, cuidado de los animales y servicios menores. Su forma de hablar, en la que se mezclaban palabras del italiano y del castellano, no llamaba la atención. En el Buenos Aires de entonces, era común oír a los tanos (de napolitano, se aplicaba a todos los inmigrantes italianos) que intentaban comunicarse con las mismas dificultades que Cuccoliccio.

Un día, el cómico Celestino Petray se presentó en escena en la fiesta campestre de Juan Moreira, y el actor Gerónimo Podestá le preguntó:

- “Adiós amigo Cocoliche, de donde sale tan empilchao (bien vestido)?”

A lo que Petray respondió: - “Venguedede la Petagoña co este parejiere macanuto, amique!” (Vengo desde la Patagonia con este -caballo- parejero macanudo, amigos!)

Así, había nacido algo que Podestá no previó. Cuccoliccio, con su jerga de idiomas mezclados, no habría podido siquiera soñar: una palabra del idioma español que figura en el Diccionario de la Real Academia desde su edición de 1927,

COCOLICHE, definida como la 'jerga híbrida que hablan ciertos inmigrantes italianos, mezclando su habla con el español'.

martes, 27 de marzo de 2012

FRASES POPULARES: “TE DESEO MUCHA MIERDA” 

En realidad el término viene de hace muchos años, de cuando no existían automóviles a gasolina o gasoil y la gente iba a los teatros en carruajes tirados por caballos.

Cuando una obra que se representaba tenía mucho éxito iba mucha gente a verla, muchos de ellos en esos coches arrastrados por los mencionados caballos, que tienen la costumbre de hacer sus necesidades allí donde les viene en gana. Así, una obra con éxito convertía la calle del teatro en un lugar lleno de excrementos de caballo.

Si había muchos excrementos es que la obra tenía mucho éxito. Desear ‘mucha mierda’ a un compañero de profesión era decirle que ojalá mucha gente fuera a verlo.

lunes, 26 de marzo de 2012

EL MONO Y LOS AROMAS DE LA ANTIGUA PLAZA DE MAYO

Por el año 1816 o 1818 concurrían un gran número de negras a la plaza mayor (hoy de Mayo) en donde vendían patas de vaca cocidas, huevos, chicha, tortas, etc.

La familia Morel que vivía por la zona, poseía un enorme mono. Cierto día este animal se escapó y atropelló el campamento de las negras esparciendo el terror. Luego el mono agarró una de ellas y la tuvo a mal traer. Finalmente la mujer fue salvada gracias al pronto y eficaz socorro que recibió.

También por aquellos años los vendedores del mercado de la plaza, llevaban la comida en viandas de lata, y entre 2 y 3 de la tarde, (hora en que entonces se comía), no se podía pasar por la Recova porque el olor a viandas era insoportable y el tufo a comida que en verano salía de cada tienda de esas, volteaba como un escopetazo.

Fuente: Eduardo Wilde, “Buenos Aires desde 70 años atrás”

domingo, 25 de marzo de 2012

UN BUQUE BIEN BOHEMIO: EL ATLANTA

En 1901, un equipo formado por marineros del navío de guerra estadounidense “Atlanta” disputó tres partidos de béisbol en el puerto de Buenos Aires. Fue uno de los primeros encuentros de un deporte por entonces casi desconocido en estas latitudes. El buque regresó a Buenos Aires en 1904, precisamente en la fecha en que nació el Club Atlanta, cuyos fundadores habrían elegido el nombre inspirados en el crucero.

Esos encuentros deportivos tuvieron cobertura de los diarios de la época, quienes los presentaron como una gran oportunidad para presenciar “el deporte nacional de los Estados Unidos”, aunque también como un “juego muy poco conocido” en nuestro medio y “difícil de explicar”.

Era algo raro para los porteños ya que aquí sólo se desarrollaban disciplinas importadas por los británicos, como el cricket, fútbol y tenis, con la excepción de la pelota vasca.

La crónica del diario Buenos Aires Herald refiere en 1901 a que las reglas son confusas y que hubo decisiones que resultaron cómicas, en abierta alusión al juez. Se destaca que entre la concurrencia había damas para quienes se había colocado un toldo bajo el cual había sillas para que se sentaran. Ellas fueron agasajadas por el cónsul Mayer y el capitán Pendleton, el comandante del “Atlanta”. El refresco fue provisto por Mr. Deck, aparte de unos 20 litros de cerveza aportados por la empresa Bieckert.

En total fueron cinco las naves de guerra estadounidenses que se llamaron “Atlanta” pero la que habría inspirado a Bolinches, Enrich, Sanz, Poggio miembros fundadores del club ATLANTA, fue la segunda nave con ese nombre.

Otra teoría (la más difundida) indica que el nombre del club habría sido puesto en homenaje a un terremoto en Atlanta Georgia (EEUU).


sábado, 24 de marzo de 2012



OTRO LADRONZUELO DE ANTAÑO



"Enrique Ferreyra o Cornelio Pereyra
 
Oriental, 26 años, soltero, trigueño, ojos negros, pelo castaño corto, labios regulares, nariz idem, estatura 1 metro 65 centímetros, no sabe leer, 15 años de residencia. Tiene tres cicatrices de tajos en la mano derecha.

Como escamoteador es hábil. Nunca ha tomado parte en robos con violencia y evita la compañía de ladrones para no hacerse conocer de la policía.
 
Roba alhajas por el conocido medio de introducir un alambre en el agujero de las clavijas que sostienen los postigos en los escaparates de joyería.
No es bebedor y lleva vida ordenada"

Tomado del libro “Galería de Ladrones de la Capital 1880-1887”de José S. Alvarez
LADRONES DE ANTAÑO

José S. Álvarez preparó un libro de dos tomos, "la Galería de ladrones de la Capital", que en 1887 fue publicado por la Imprenta del Departamento de Policía de la ciudad. 

Su prólogo manifestaba el objetivo institucional de fijar, por medio de la fotografía y la palabra, la identidad de doscientos delincuentes con el fin de que pudieran ser reconocidos en la calle por los agentes policiales. 

Griegos, españoles, italianos, franceses, austríacos, argentinos, brasileros, orientales y alemanes prusianos; impresores, zapateros, escultores, cigarreros, estibadores, tipógrafos, marineros, mozos de café y ex-vigilantes aparecieron mediante una foto y un texto que les asignaba un número, varios nombres y alias, una descripción física que incluía marcas y tatuajes, grado de alfabetización, nacionalidad, una o más ocupaciones, entradas en la comisaría, costumbres y grado de peligrosidad.

En la foto, Jose Díaz Velez (alias Pata Santa)

Transcribimos a continuación lo que indica nuestra fuente en los sectores marcados en rojo:
"Argentino, 25 años, soltero, pardo, ojos negros, pelo mota, imberbe, boca grande, labios gruesos, nariz ancha, estatura 1 metro 55 centímetros, sabe leer. Tiene defectuosa la pierna izquierda".

"Es un pillete que ha crecido en la plaza del Temple, ocupándose en comisiones de ladrones, rufianes y prostitutas.Es ratero y carece de condiciones para más.Bebe mucho y cuando bebe se pone como loco.Como espía para los ladrones es inmejorable, porque es astuto.Es capaz de prestar servicio a la policía si se le dá dinero".

Tomado del libro “Galería de Ladrones de la Capital 1880-1887”de José S. Alvarez


LUGARES CON HISTORIA:  EL CLUB G.O.N. 

El nombre de este histórico club de Boedo corresponde a la unión de tres instituciones o clubes distintos: el Circulo Social Don Juan de GARAY nacido en 1925, el Club Social y Deportivo ODEON de 1930 y el más joven, NEPTUNIA Athletic Club fundado en 1934.

En los años 30 y 40 cada uno de estos clubes organizaba bailes amenizados con orquestas típicas del momento, y fiestas de carnaval. 
Pero en la década del 60 comenzó una gran decaída económica y así fue como estas instituciones, que contaban con actividades y trayectorias afines, tuvieron que fusionarse. 

El más importante de estos 3 clubes que generaron el actual club G.O.N. fue el Neptunia.
La vida social de este contaba con destacados eventos en los aniversarios y bailes de Carnaval, en los que se recuerda la presencia de grandes orquestas y cantantes como: Carlos Di Sarli con Roberto Rufino, Juan D’Arienzo, Aníbal Troilo con Francisco Fiorentino, Oscar Alemán, Francisco Canaro con Roberto Famá, Ricardo Tanturi con Alberto Castillo...

Pero el Neptunia brillaba con el sol: el básquet llego a afiliarse a la Federación Argentina y participaba en su torneo; y un cúmulo de asociados se destacaban en tenis, bochas, pesas, gimnasia en aparatos, etc. 

En años en que la personería jurídica la firmaba el presidente de la República, el Neptunia había logrado refrendarla. ¿Quién puso la firma?: Juan Domingo Perón. Lo cierto es que la ampliación de ese documento permitió contar con personería al reciente GON.

Para homenajear a esta institución con historia y mantener viva la memoria de sus socios, les dejamos una invitación de antaño a una de esas fiestas. La verdad, con lo que nos ofrecen, daría gusto poder acudir:

“La Comisión de Fiestas de este Club, tiene el agrado de invitar a Vd. y familia a la Fiesta Campestre que se realizará el Domingo 9 de Febrero próximo” … “parrillada desde muy temprano y a las 12 ½ (sic) gran asado con ensalada, minestrún a la genovesa, quesos, frutas, vino, cerveza y Bilz a discreción”...“Menú obligatoriamente abundante para los recientes participantes de las carreras de enhebrar la aguja, del huevo en la cuchara, de embolsados, de tres pies, para atrás y haciendo el moñito. Y las famosas cinchadas de solteros contra casados o de flacos contra gordos.”

Fragmento de invitación de la Sociedad de Fomento Don Juan de Garay, febrero de 1930.

Hacete amigo: Metejon de Barrio

jueves, 22 de marzo de 2012


¿QUÉ COMÍAN LOS ESCLAVOS?

Es evidente que los africanos trajeron formas de cocinar y gustos gastronómicos desde sus regiones de origen. Esto se expresa no en la predilección por ciertas comidas tales como el mondongo, como creyeron algunos historiadores (no lo elegían, muchas veces era lo único que tenían para comer), sino en la presencia de vasijas de cerámica con formas que no son europeas ni indígenas. Se han hallado ollas de cerámica hechas manualmente, sin torno, simplemente modeladas y de tamaños reducidos (menos de 15 cm de alto) que permitían mantenerlas en el fuego en forma constante y desde las cuales se comía directamente con las manos. 

Qué se comía en Buenos Aires es difícil de saber, pero los pocos datos encontrados tienden a suponer una especie de locro, con gran cantidad de maíz o arroz -hervido hasta hacerse pasta- y fragmentos de cualquier otra cosa que hubiera accesible. Esto se comía sin horarios ni ceremonia alguna, imposibles de mantener siendo esclavos.

Otra forma era la comida preparada por el patrón cuando se trataba de grandes grupos de esclavos urbanos: para ellos era común usar el tasajo. Se trataba de tiras de carne vacuna secadas al sol hasta que perdían totalmente la grasa y consistencia, volviéndose negras y duras. El tasajo tiene la consistencia del cuero y el olor es nauseabundo, pero posee la virtud de que no se pudre. Simplemente se hacían atados de ellas y podían ser hervidas –muchas horas lógicamente- hasta que largaban un poco de grasa y luego eran mascadas.

Hubo dos comidas siempre atribuidas a los esclavos: el famoso mondongo, y la morcilla: ambas sobras de matadero. 
El célebre relato “El matadero” de Esteban Echeverria nos muestra con desagrado cómo se manufacturaban éstas morcillas aprovechando lo que se descartaba: imaginemos lo que era la sangre del animal que chorreada en el piso -de tierra, obviamente-, mezclada con grasa y cartílagos cortados, pasta que debía introducirse en los intestinos (chinchulines) en un proceso totalmente manual. 
La realidad era que las achuras se tiraban a los perros por un simple problema de salubridad. Estas achuras se regalaban en los mercados de la ciudad hacia la
década de 1900 y se daban "en balde". La negra que fabricaba la morcilla con
intestino y sangre coagulada no lo hacía por placer ni por morbosidad
congénita, sino porque era la única comida posible para una gran parte de los
habitantes de la ciudad. 

La bebida favorita era siempre la chicha. Era la bebida comunitaria que se preparaba antes de los bailes en grandes tinajas con la colaboración de toda la comunidad. Tenía otra enorme virtud sobre el vino y la ginebra usados en la época: el costo era casi inexistente, ya que se trataba de simple maíz fermentado. 

Fuente: Buenos Aires Negra - Daniel Schavelzon 

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miércoles, 21 de marzo de 2012

LA BUDINERA DE JUANCITO

Juan Galvez nació en la Paternal el 12 de Febrero de 1916. De joven y junto a su hermano Oscar, atendían un taller en San Martín y Galicia.

De carácter introvertido, tenía como máximas cualidades el método y la cerebración. Añadió a su mente calculadora, amplios conocimientos mecánicos y toda la garra y las ganas de aquel que sólo corre para ganar.

En el automovilismo su record es realmente impresionante. Con 56 victorias totales es el Nº 1 de todos lo tiempos. Entre carreras, Grandes Premios y etapas de ambos, vió 109 veces la bandera a cuadros como triunfador. Finalmente resultó campeón argentino de Turismo Carretera nada menos que “9 veces”.

Cuando le preguntaron a Juan Gálvez cuál era su secreto para ganar tantas carreras, esbozando una tímida sonrisa respondió:-"Corriendo a la menor velocidad posible". Extrañados sus interlocutores, le volvieron a preguntar: -"Cómo...? ¿Cuál es la menor velocidad posible...? A lo que el múltiple campeón con su proverbial calma respondió: -"Esa la fijan mis rivales".

Y enseguida subrayó sabiamente: -"Nunca trato de ganar por mucha diferencia. Para que voy a malgastar el auto si no es necesario. Soy enemigo de derrochar lo que tanto me cuesta juntar. Armar un motor significa para mí muchas horas de trabajo en el taller. Entonces ...¿ para que voy a ganar por una hora cuando puedo hacerlo por dos minutos..?".

Juan Galvez era amante de lo dulce. Cuando era pibe, y hasta ya de grandecito, la mamá le dejaba la budinera para que Juancito "la rascara".

Hasta en una publicidad de ATMA de los años `60 se hablaba de Juan: “No bebe, no fuma, come sobriamente, pero denle dulces, tortas, esas que chorrean cremas. Si usted señor, llega a invitar a Juan Gàlvez a comer, ya sabe lo que más le apetece al campeón. No se preocupe de manjares, de licores, de vinos, usted llene la mesa de dulces... no ponga otra comida.”. En esa misma publicidad el remataba el aviso diciendo “la budinera para mi mamá”.

Por eso cuando le dieron en propiedad la Copa establecida en 1910 para quien conquistara tres veces consecutivas el Gran Premio, alguien le dijo que había que llenarla de champagne, sin embargo Juancito sonrió y dijo: “Linda budinera para mi mamá”.

Juan Galvez falleció en un accidente en la 10ª Vuelta de Olavarria, el 3 de Marzo de 1963, a la edad de 47 años.

Este es el homenaje de Metejon de Barrio para el más campeón del automovilismo Argentino… y con FORD...

Metejon de Barrio

martes, 20 de marzo de 2012

"SACARSE UN OJO" CON UNA REJA VOLADA

Allá por el 1800, una cosa que afeaba mucho el exterior de las casas, eran las inmensas rejas voladas en las ventanas a la calle. Algunas sobresalían bastante, lo que agregado a la extrema estrechez de las veredas, ponían en constante peligro al transeúnte, especialmente en las noches oscuras.


A propósito de estas rejas, un periódico de aquellos tiempos, decía:

“Un artesano honrado que tiene estropeado el brazo derecho por una de las innumerables rejas de ventana que usurpan el paso en nuestras veredas; y una señorita bonita, que acaba de perder un ojo por la misma causa, van a presentarse, dicen, a la Honorable Junta para que, a más de obligar a sus dueños a pagar una multa fuerte por cada desgracia que originen, se imponga a cada una de estas ventanas una contribución anual, mientras subsistan en el estado presente”.

Por otra parte, por feas que ellas fuesen, aquellas rejas sirvieron por ejemplo para poder dormir, como era muy común en aquellos años, con las ventanas abiertas en tiempo de verano.


Igualmente los amantes del aire fresco no podían librarse de la astucia de los cacos. En aquel tiempo no había serenos ni vigilantes apostados en las esquinas, y aunque los robos eran menos comunes que en la actualidad, no dejaba de haber algunos.


Uno de los medios de efectuarlo era el siguiente: Con una caña que tuviera un gancho o anzuelo en un extremo, los ladronzuelos la introducían por la reja, y con la mayor destreza, sustraían las ropas o pertenencias sin ser sentidos.


Muchos porteños se han despertado viendo salir su reloj con cadena o su pantalón, balanceandose en la punta de una caña.


Fuente: Eduardo Wilde - Buenos Aires desde 70 años atras

lunes, 19 de marzo de 2012

PERSONAJES QUERIBLES, "FANGIO"

Fangio (al que así bautizaron porque era chueco, pero en realidad se llamaba Mario Poggi y vivía en Timoteo Gordillo al 600), era un verdadero personaje de Liniers.


Cuando pasaba raudamente algún colectivo, se hacía el borracho y pasaba delante de él. Su envidiable agilidad le daba tiempo para pasar –cuando el colectivero y los pasajeros suponían que lo había agarrado– y pegarle una gran trompada en la chapa del costado, para luego caer, supuestamente, muerto.


Entonces el colectivo frenaba y –al ver el pobre borracho muerto después de escuchar el tremendo golpe que había dado su cuerpo contra el vehículo– la gente y el colectivero se agarraban la cabeza.


Claro que en el peor momento, el supuesto borracho se levantaba, se acicalaba sus ropas y seguía su sinuoso caminar, ante el asombro de todos.




domingo, 18 de marzo de 2012


"PELUQUEROS TOQUETONES" DEL 1800

A continuación, y con la ayuda de José Wilde, reflejamos la imagen de una barbería allá por el 1800:

"Constaba de lo que llaman un cuarto redondo; es decir, de una sola pieza a la calle. Las de más lujo ostentaban, tal vez, una puerta con vidriera. 
En esta puerta, con o sin vidrios, flameaba por regla general, una cortina de color, con grandes flores. Las paredes, estaban generalmente blanqueadas, casi siempre muy sucias y jamás empapeladas." 

"Un sillón de baqueta, una fuente, toallas (no muy limpias), peines ídem, completaban los objetos del peluquero; tal vez un poco de aceite de limón. 
En un rincón una escoba, no olvidando el tradicional brasero que, cerca de la puerta, o en otro rincón, sobre unos cuantos pedazos de carbón, mantenía la pava de agua caliente para la barba, y por supuesto para el indispensable mate."

"El barbero era un tipo especial; casi todos eran pardos o negros. Charladores incansables, entretenían al parroquiano con sus cuentos y chistes, y sabían la vida y milagros de todo el mundo. Por añadidura, todos eran guitarreros."

"En esos tiempos todavía no se usaba el cepillo o pincel de barba para jabonar la cara. El maestro movía con los dedos el jabón y el agua en la fuente hasta hacer espuma, y luego con la mano la frotaba en la cara de su cliente. 
En aquellos tiempos, como se ve, se manoseaba mucho más el rostro del pobre candidato; metían los dedos entre los labios, y en la época en que no se usaba bigote, se prendía el barbero sin compasión de la nariz, elevándola cuanto podía e imprimiéndole movimientos laterales para afeitar el labio superior."

José Wilde - Buenos Aires desde 70 años atrás. 



sábado, 17 de marzo de 2012

ANTIGUAS PLAGAS PORTEÑAS

Desde la fundación de Buenos Aires la guerra contra las hormigas fue una guerra santa.
Los primeros colonizadores buscaron ayuda en los santos patronos para la lucha contra estos insectos y las ratas. Los elegidos entonces fueron San Bonifacio y San Sabino.
Sin embargo, las plagas siguieron molestando. Algunos pobladores apoyaban los poderes de San Bonifacio, otros los de San Sabino, y hasta algunos nombraron a San Saturnino.

Cansados de pelear, se optó por sortear al santo protector de plagas. Fue así como en un sombrero colocaron los nombres de ¡15 candidatos!.
Un joven metió la mano y así salieron los dos nuevos patrones: San Judas y San Simón.
Comenzaron a realizarles ofrendas a estos pobres santos… pero no pasó nada..., y las hormigas y ratas seguían apareciendo.

Por otra parte, uno de los oficios de los negros para poder obtener su libertad era el de “hormigueros” o sacadores de hormigas. 
El cuadro de situación era el siguiente: llegaba el hormiguero y analizaba el terreno. Luego daba una clase a su cliente sobre el caminito de las hormigas en un pobre castellano.
Si el caso ameritaba, dos o más sacadores de hormigas discutían en presencia del dueño de casa acerca de la estrategia de cómo combatir ese ejército invasor, que aprovechando la situación, continuaban trabajando.

Fuente: Hist. Daniel Balmaceda

GOL OLIMPICO !!

El Club Sportivo Barracas fue fundado el 30 de octubre de 1913 en la sede de Iriarte 2056, en el barrio porteño de Barracas. Si bien fue un club que tuvo sus orígenes relacionados al remo, el fútbol, que crecía en popularidad, comenzó a hacerse fuerte como disciplina.

En su época de esplendor, el estadio de Sportivo Barracas era uno de los de mayor capacidad. Fue así como el 28 de septiembre de 1924 estaba programado un amistoso en ese estadio entre las selecciones de Argentina y Uruguay, el flamante campeón de los Juegos Olímpicos de Paris. Sin embargo, el público que asistió superó la capacidad del escenario, por lo que el partido debió reprogramarse.

Finalmente, el encuentro se disputó el 2 de octubre, día en que se inauguró el cerco perimetral, al que desde allí se denominó “alambrado olímpico”, en alusión al equipo uruguayo ganador de la medalla.

Pero lo más significativo de aquella jornada fue el primer tanto del equipo argentino... 

Ese día, Cesareo Onzari, puntero izquierdo de Huracán, convirtió el primer gol desde un tiro de esquina. 
Valiéndose del cambio que la International Board había realizado en el reglamento, (que daba categoría de tiro libre directo al remate desde el córner), el jugador argentino convirtió lo que desde allí se denominó “gol olímpico”, en homenaje al rival, y al cerco perimetral recien inaugurado en donde se apoyó antes de patear. 

Metejon de Barrio

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viernes, 16 de marzo de 2012

LA NOCHE QUE QUISIERON MATAR A SARMIENTO

Cuantos de niños habremos vociferado palabras en contra del padre de nuestra educación. Levantarse temprano, ir a la escuela, aguantar las cuentas, las oraciones, y encima cantar un himno en su homenaje!

Muchos deseamos atentar contra su imagen, pero algunos fueron más allá.

Domingo Faustino Sarmiento sostenía que "contra un asesino alevoso no hay preocupación que valga", convencido de que "cuanto más se guardó Abraham Lincoln fue cuando lo asesinaron". Fue así que el presidente argentino, cansado de las advertencias sobre amenazas contra su vida, se trasladaba sin custodias.


La noche del 23 de agosto de 1873, Sarmiento, sin precaución alguna, treparía solitario a la carroza parisiense estacionada frente a su casa de Maipú entre Temple (Viamonte) y Tucumán. En el corto trayecto hasta lo de Dalmacio Vélez Sársfield, serían el cochero y él, y los caballos.


Muy cerca, en la misma calle Maipú, había terminado la reunión en la que “El Austríaco” (apodo del líder de la banda) entregó las armas a tres italianos: trabucos naranjeros de bronce boca ancha comprados cerca de la central de policía. Uno bien cargado de pólvora, y varios puñales.


Los italianos eran marineros que habían sellado el primer compromiso con un adelanto de 200 pesos a cada uno a cuenta de la cifra mayor. Inmediatamente después de consumado el crimen cobrarían los 10.000 patacones o pesos fuertes. La señal para atacar la carroza que partía hacia la calle Corrientes sería un silbido de El Austríaco.


Los conspiradores revisaron la esquina del almacén donde el carruaje doblaría desde Maipú por Corrientes, aminoraría la marcha y así tendrían tiempo de apuntar. También revisaron el plan que al parecer les requería matar primero a los caballos. Todos, desconocían ser sospechosos ya que la policía manejaba rumores de una sociedad secreta en La Boca que quería asesinar al presidente.


Llegado el momento, uno de los italianos sostuvo el trabuco y disparó hacia el carruaje, lo que provocó una gran explosión. El trabuco estaba cargado en exceso, reventó y le destrozó la mano. Otros disparos dieron en una pared, pero todo se frustró, los caballos se encabritaron y Sarmiento -que ya oía muy poco- casi no se dio cuenta del atentado.


Los italianos fueron detenidos, y el principal conspirador, El Austríaco, fue asesinado en Montevideo tiempo después.


En las pericias químicas de las armas detectaron bicloruro de mercurio en las balas y un veneno también mortal en los puñales. Quien tocara este producto, con sólo tocarse el lagrimal tendrían una muerte inmediata.


Pero para Sarmiento y su carroza siguieron los problemas, aunque menos dramáticos (recibió silbidos por dejarla mal estacionada al ir al teatro y el 15 de diciembre del mismo año 1873 chocó con un tranvía tirado por caballos: ahh… lo abuchearon porque mandó preso al cochero).


Metejon de Barrio
 

jueves, 15 de marzo de 2012

¿Y AHORA?... ¿QUIEN CARGA CON ESTE MUERTO?


En Buenos Aires a principios del 1800, no había vigilantes apostados en las boca-calles, y el servicio de policía en la noche se hacía por medio de patrullas encabezadas por un alcalde, un teniente alcalde o algún vecino. Todos los hombres estaban obligados a hacer la patrulla cuando llegaba su turno o poner un suplente que costaba, generalmente, de 20 a 30 centavos.

La patrulla tocaba las puertas de las casas y ante la pregunta «¿quién vive?» se contestaba -«la patria»- (si uno era un ciudadano común) y seguido de ello la patrulla exortaba «¿qué gente?» y uno contestaba paisano, militar o lo que fuese.
La función secundaria de esta patrulla era juntar a los ebrios y llevarlos ante el Cabildo.

En la ciudad, por lo general no existían crímenes premeditados, tampoco suicidios. Pero los porteños teníamos una mancha negra: el uso del cuchillo. Las peleas callejeras eran casi diarias, y las heridas generalmente eran de muerte.

También era costumbre poner en exhibición bajo los portales del Cabildo, el cadáver de alguien muerto en las calles, con el objeto de que fuese reconocido y reclamado por sus deudos. No era raro ver al lado del cadáver un platito destinado a recolectar limosna para ayudar a sepultarlo, o para velas o una misa. 

Metejon de Barrio



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LOS PRIMEROS CAMIONES ATMOSFERICOS

El hombre primitivo hacía sus necesidades al aire libre y en cualquier lugar. Lo hacía naturalmente, en cuclillas.

Este hombre enseguida comprobó que la corriente de ríos y arroyos podía arrastrar y hasta diluir sus propios excrementos, con lo que convirtió a esos cursos de agua en su “lugar de necesidad”.
Cuando se hizo sedentario, el baño higiénico y refrescante comenzó a ser más frecuente. Entonces debió preservar el lugar donde bebía y se zambullía para evitar la contaminación.

Llegó un momento en que las comunidades levantaron caseríos y villas, y luego pueblos y ciudades. Fue cuando apareció la calle indecorosa donde todos concurrían a agacharse (o sea, en la calle). Después apareció una letrina muy rudimentaria: un pozo que podía alcanzar los dos metros de profundidad, con una piedra horadada encima. Con el tiempo le fue agregada una precaria casilla de madera para mantener la privacidad de esas actividades y proteger a sus protagonistas de las inclemencias del tiempo.


Los pozos cavados “hasta el agua” (hasta las napas) propiciaban que la naturaleza hiciera lo suyo. Cuando uno de ellos llegaba a su punto de saturación, era cegado para abrirse otro en un lugar cercano.


En determinado momento se mandó revocarlos interiormente con cemento hidrófugo, con el propósito de evitar filtraciones que contaminaran los pozos de agua potable. Buenos Aires reglamentó esta medida durante la gran epidemia de fiebre amarilla de 1871. Entonces no hubo más remedio que vaciarlos periódicamente, primero mediante un sistema precario que se valía de cubos y toneles, el nauseabundo “sistema de baldeo”; y luego por el “sistema atmosférico” que introdujo las bombas de aspiración. Ambos vertían todo en bañados, riachos y vaciaderos.


La primera empresa de carros atmosféricos legalmente constituida que operó en Buenos Aires fue la de Crudo, Zambelli y Cía., que en 1870 realizaba la tarea con una escasa flota de vehículos de tracción equina. Comenzó a trabajar a buen ritmo atendiendo los pedidos de particulares y organismos oficiales. En febrero de aquel año, por ejemplo, fue convocada para que limpiara, “valiéndose del atmosférico, las letrinas del Hospital Italiano, ocupado hoy por los heridos y enfermos del Ejército Argentino”. Eran los tiempos de la guerra con el Paraguay.


Metejon de Barrio

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miércoles, 14 de marzo de 2012


Dichos populares: “AQUÍ NADIE ME PISA EL PONCHO”

La práctica del duelo con arma blanca como culto al coraje o como único recurso para lavar una afrenta, queda planteada desde la llegada misma del Europeo.


En documentos encontrados del proceso criminal seguido al gaucho “Juancho Barranco” en el año 1759, puede leerse como este personaje entró a pelear: a los gritos de "háganse a un lado"; con un sable en la mano, un puñal en la otra y el poncho envuelto en el brazo. En la época que aludimos, las muertes que resultan de las peleas en las pulperias dan lugar a la sanción de numerosos bandos prohibiendo llevar armas. Una resolución del año 1753, pena con doscientos azotes al portador de cuchillo.


El duelo criollo dentro de este contexto, podía ser espontáneo o convenido de antemano. Y las causas de los duelos eran: campear el alcohol, viejos resentimientos o una palabra de mas. Cuando no, una "china querendona" o una copla intencionada.


Tipos de duelo:


-A muerte.


-A "primera sangre", si sólo se buscara desprestigiar al adversario. Muchas veces, lo que se intentaba era "marcar" el rostro del oponente, para que quede desprestigiado de por vida. Marcar la cara tenía además un fuerte valor simbólico en aquella sociedad pastoril donde la "hierra" (marcar con hierro caliente al ganado) otorgaba derecho o propiedad sobre lo marcado.


También existían duelos de "puro floreo", por juego, diversión o de práctica. En estos casos se usaba un palito o simplemente el dedo índice engrasado sustituyendo el arma.


Los puntazos y hachazos se atajaban -o desviaban- con el propio cuchillo o con el poncho que envolvía el brazo opuesto, en continuo movimiento cubriendo algo separado, el torso y cintura.


Cuando el adversario era despreciable por alguna condición moral o simplemente considerado poca cosa, se apelaba al uso de otras armas: el rebenque, el arriador, el cabestro o el mismo poncho. Así lo cuenta una historia referida al gaucho Pacheco quien castigando a su adversario con el poncho esgrimió: "no lo corro amigo porque no quiero avergonzarlo mas..."


El dicho popular "nadie me pisa el poncho", alude a la costumbre bravucona de arrastrarlo por el piso buscando pendencia. Quien lo pisara, forzaba a una contienda. Los dichos "Atarse la faja" y "Hacer la pata ancha" también son dichos elementales para entrar a la pelea.


Finalmente, "madrugador" no sólo es el que se levanta temprano para honrar al trabajo. También es el que tira el puntazo cuando el otro no desenvainó o está desarmado.


Metejon de Barrio 

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martes, 13 de marzo de 2012

MUSICA DEL ARRABAL

En épocas en donde no existía el MP3, ni el CD, ni cassette, ni los discos de vinilo, era muy dificultoso alegrarse mediante música. Las clases altas podían costear el gasto de un piano, pero los pobres poco podían hacer para alegrarse.

En estos tiempos (mediados del 1800) fue clave la función del organillero, quien se paraba en cualquier esquina, haciendo sonar su música por unas monedas. Algunos inclusive fueron contratados para cumpleaños o fiestas humildes, ya que era la única forma de llegar a tener música en los suburbios.

El organito, es un artilugio parecido a una cajita musical, que contiene un cilindro con clavos. La caja tiene varios martillos que golpean esos clavos cuando el cilindro comienza a girar mediante una manivela.

Los cilindros tenían un repertorio surtido. Los había con temas populares europeos como polcas, valses, marchas de óperas, pero también existían exclusivos de tangos.
Existían distintos tipos de organitos, algunos de similar apariencia con una “rocola” fueron adaptados posteriormente al sistema "automático de la moneda", y resultaron el elemento indispensable en los piringundines y bares del bajo o de los arrabales.

El diario "El Nacional" del 29 de agosto de 1876, da cuenta de la aparición, por primera vez en Buenos Aires, de dos organilleros italianos que utilizaban “cotorras” para sacar un papelito. Pronto este novedoso atractivo se popularizó y se difundieron los organilleros "del lorito", que luego de la interpretación hacían sacar "la suerte" para quien la solicitaba, con el pico del animalito y más tarde quienes se hacían acompañar en su recorrida, con un pequeño mono, muy adiestrado y con gran habilidad para recoger las monedas que el público les brindaba.


José Hernández, en 1872, se refiere a ellos en el "Martín Fierro" donde cuenta que los organilleros napolitanos estaban en todos lados, especialmente en las pulperías animando su música con las piruetas de algún mono. También se han visto algunos de esos tocadores de organito napolitanos partir para la guerra del Paraguay, detrás del ejército, prestar animación a las noches del campamento.


Una anécdota muy humana, cuenta que la fábrica de organitos de la familia Rinaldi entregaba organitos a minusválidos, sin que estos pagasen un centavo de adelanto y sin pagarés, le abrían una suerte de "libreta de almacén". La persona trabajaba y a la mañana siguiente pasaba por la fábrica y entregaba a cuenta lo que podía. La señora de Rinaldi se encargaba de anotar día a día los aportes y de esa forma, sin documentos ni garantías, el "organillero" iba saldando su deuda, un verdadero compromiso de honor, basado en la generosidad y magnífica predisposición de los fabricantes.


Mucha gente estaba en contra de "esa música que rompía los tímpanos" y el 26 de noviembre de 1900, el diario "La Nación" publicó una nota a un señor que vivía en la aristocrática calle Florida. El diario mencionaba: "es amante de la buena música y que todas las noches, precisamente a la hora en que puede sentarse al piano, los acordes de tal milonga le impiden distraerse un rato sin molestar al prójimo". El organillero se situaba frente a su casa para tocar la popular milonga: "Bartolo tenía una flauta".


Fue así que comenzó una campaña en contra del popular difusor de la música; con el progreso la ciudad creció, y los "pianos a manubrio" fueron desplazados a los suburbios o reemplazados por el disco hasta que desaparecieron.


Citando a Homero Manzi en su tango “El último organito”, recordamos y homenajeamos de esta manera a “Manu” de Villa Crespo, el último organillero del que se tiene registro documental.


Metejon de Barrio 

lunes, 12 de marzo de 2012

MITOS URBANOS - EL ENANO VAMPIRO

A fines de la década del 70, llegó a Buenos Aires el Circo de los Zares, uno de los circos soviéticos más importantes y como todos los circos, tenía una gran troupe de enanos, payasos y equilibristas. 

Entre ellos, se destacaba un ágil enano que actuaba bajo el nombre de Kirki, originario de la zona de los Montes Cárpatos, el mismo lugar donde nació Vlad Tepes, “el empalador”.

Este circo se instaló en el predio que ocupara el viejo Gasómetro de Avenida La Plata, antes de que se construyera el supermercado, pero tras comenzar las funciones, algunos animales empezaron a morir en circunstancias misteriosas.

El encargado del circo, un tal Boris Loff, notó que los animales morían de noche y quedaban secos, casi sin sangre.

Decidido a encontrar al animal que provocaba semejante hecho, el señor Loff convocó para formar un equipo de vigilancia al "Hombre Bala" y a la "Mujer Barbuda".

Una noche, escucharon unos ruidos sospechosos en el carromato de Kirki, el enano estrella del circo. El Hombre Bala se arrojó contra la puerta, destrozándola y los sorprendidos artistas se encontraron al entrar con el peor de los escenarios. Kirki se encontraba prendido a la yugular de "Vera", la simpática mona tití que hacía las delicias de grandes y chicos con sus gracias y morisquetas.

Horrorizado, el señor Loff expulsó al enano del circo, aunque omitió denunciarlo a la policía Federal para evitar rumores.

El circo se fue pero Kirki quedó varado en Buenos Aires, lejos de su tierra y, posiblemente obligado a seguir practicando su afición hemática para obtener alimento. Su exilio comenzó en un caserón abandonado de Flores.

Sus nuevos vecinos, que al principio lo tomaron sólo como a un personaje pintoresco, lo bautizaron con el nombre exótico de Belek, quizás por algún diálogo a media lengua que escucharon de su boca.

Con el tiempo, los vecinos comenzaron a notar la ausencia de algunos gatos. Pronto se corrió la voz de que algo extraño sucedía en el caserón abandonado que le servía de morada al antiguo enano.

Pero un día el miedo comenzó a tomar forma cuando a doña Ángela, una vecina que vivía en la calle Santander, perdió a su minino preferido. Ante el misterio de la ausencia de los felinos y tras una breve investigación, algunos dedos acusadores comenzaron a apuntar al enano misterioso y excéntrico, que no se trataba demasiado con nadie y era el único ser que se movía por fuera del medio ambiente barrial, pero por sus calles.

Una noche, cerca de la estación, atraparon a Belek con una red de arco de fútbol, pero el enano cortó la red con un amenazante cuchillito y se escapó una vez más.

Finalmente, algunos dijeron que Belek, afectado por el clima húmedo de Buenos Aires, Belek emigró hacia tierras cordobesas.

Pero otras versiones que corrieron por el barrio sitúan a Belek en el cementerio de Flores. Allí aún se alimentaría de gatos, ratas y de otros inofensivas bestias más pequeñas que él. 

Nota: la foto es ilustrativa. 

Metejon de Barrio.


EL "TORNO" DE LOS EXPOSITOS 


En 1779 el Virrey Vertíz fundó la Casa de Niños Expósitos en la Manzana de las Luces. Con una Buenos Aires repleta de soldados era común que los navegantes y tropas españolas dejasen hijos bastardos por todos lados.

La casa funcionó con pocos fondos, sobreviviendo gracias a alquileres de 9 locales propios, una imprenta, funciones a beneficio en el Teatro de La Ranchería, la venta de mulas para poder comer carne en la cuaresma y diversas donaciones.

Tiempo después el hogar se muda a la esquina dejada por los jesuitas en Moreno y Balcarce, para terminar luego donde hoy funciona el Hospital Pedro Elizalde (Ex - Casa Cuna).

Un elemento primordial en la Casa de los Expósitos fue “el Torno”. Este era un dispositivo giratorio de madera para que alguien que quisiese abandonar un niño lo pudiese hacer anónimamente, girase el armazón y del otro lado aparezca el niño haciendo sonar una campanilla. Para dar un poco de culpa a los padres, en este lugar figuraba la leyenda “Mi padre y mi madre me arrojan de si, la caridad divina me recoge aquí”.

Muchos de los niños eran dejados con alguna señal que los pudiera identificar (pañuelos, mantillas o medallas cortadas a la mitad, mensajes escritos en papeles, etc.) con la esperanza de poder rescatarlos cuando la situación de las madres que los abandonaba mejorase.

Cuando la casa pasó a manos del estado, el Gobierno garantizó pagos mensuales a 250 amas para que cuidasen niños en sus casas, criándolos a leche completa, media leche y despecho, según correspondiera debiendo someterlos a examen médico mensual previo al pago de su salario. A partir de los 4 años a los niños se los daba en guarda o como criados, o continúan con sus amas externas. Sólo los que no podían ser colocados permanecían en la Casa de Expósitos.

La provisión de sustitutos confiables de la leche humana cuando las nodrizas no eran suficientes, creaba problemas de difícil solución. Se utilizaron leche de vaca, yegua, burra y cabra, pero hasta comprender la manera de esterilizarla, poco se podía hacer para conservarla, entonces se intentaba colocar a los bebés directamente en las ubres de cabras amaestradas. Por ese entonces, comienza a elaborarse en Buenos Aires, la "leche malteada", que se vendía en farmacias y droguerías.

Cuenta una anécdota, que ya en tiempos de la Casa-Cuna, uno de los médicos fue a París a entrevistarse con Louis Pasteur y buscar la vacuna antirrábica, trayéndola cultivada en lotes sucesivos de conejos para conservarla. El dr. Davel llegó a Buenos Aires en 1886, justo a tiempo para salvar la vida de un niño uruguayo mordido por un perro rabioso, derivado especialmente a Buenos Aires para su tratamiento, siendo ésta la primera administración de esa vacuna fuera de Francia. 

Metejon de Barrio


BUENOS AIRES ROMANTICA (1932)

Más allá de que este film de la Metro Goldwyn Mayer esté en inglés y alguno de ustedes no entienda el idioma, lo más importante es que puedan ver la imagen que brindaba Buenos Aires al Mundo en 1932.



Metejon de Barrio



BUENOS AIRES DE ANTAÑO EN FOTOS

Burdeles y tiendas inglesas sobre el paseo 9 de Julio (Hoy Av. Alem).


Zona de las denominadas "coperas". Chicas que emborrachaban a marineros faltos de alcohol y afecto durante sus viajes.
Se servía whisky barato, en tanto ellas, bebían también un supuesto whisky con hielo. En realidad tomaban te frío. Así lograban su cometido, vaciar los bolsillos de sus presas. 

Metejon de Barrio


PORTEÑOS QUERIBLES: 
      EL VISIONARIO SR. DIAZ

Rafael tenía 15 años, era vendedor en una mercería de la calle Chacabuco y a la noche dormía sobre el mostrador del negocio.

Un día su empleador viendo su esfuerzo, le dijo: "Usted va a ir al Paraíso, Rafael, usted tiene un chalecito reservado en el cielo".

Y en 1927 terminó de construir su sueño: un chalet normando como uno que había visto en Mar del Plata.

Así inauguró Muebles Díaz, que se convirtió en una de las grandes tiendas de muebles de Buenos Aires. Pero todo el mundo la conocía como la mueblería del chalecito.

Como vivía en Banfield, no podía volver a almorzar: entonces, creó allí su segundo hogar. Comía en la primera planta, hacía una siestita ni muy corta ni muy larga, y volvía a trabajar.


En días claros, desde su chalet se podía ver la costa del Uruguay. Desde esas ventanas, el señor Díaz vio, bloque por bloque, cómo levantaron el Obelisco en 1936. También fue testigo de la apertura de la 9 de Julio.


Hoy, para llegar al chalet hay que subir por ascensor. En la planta baja funciona la administración del edificio, y en el primer piso, oficinas con alfombra gris y muebles modernos. Al último piso se llega por una escalerita de caracol y está vacío. Pero ese ambiente mantiene la esencia de la casa.


Finalmente Don Rafael falleció en 1968 y luego de pasar a manos de sus hijos, por años estuvo abandonado y oculto. El chalet, fue sede de una agencia de modelos y el laboratorio de un fotógrafo.


Ah… Rafael Díaz compró una antena de radio y lanzó la frecuencia Broad Casting Muebles Díaz, que, desde el chalet, mechaba promociones de la casa con temas musicales. Cuando la radiodifusión se reguló en el país, Díaz no estuvo dispuesto a pagar un peso por su radio. Y cedió su antena a una nueva emisora: esas resultaron ser las primeras transmisiones de Radio Rivadavia.


Dirección para algún despistado: Sarmiento 1113. Sino, pararse en el Obelisco y automáticamente mirar para arriba.







viernes, 30 de marzo de 2012

BROMAS PESADAS PARA CABALLOS
 

A mediados del 1800, cuando el tren había dejado de ser una "creación infernal" para los porteños, un cuarteador cuyo caballo era campeón de cinchadas, desafió al tren... Y los empleados del ferrocarril aceptaron el reto.

Entonces, el noble caballo fue enlazado a su oponente y por un momento pareció que el animal vencía al monstruo de hierro. Todo esto ante la mirada estupefacta de una multitud.

Pero todo era una ilusión... una broma de los maquinistas.


Los conductores habían puesto la marcha atrás y el caballo vencía, pero cuando la invirtieron, la locomotora resopló, se cortó la cuerda, y así fue como el progreso venció a las pampas salvajes.





EL VELOCIPEDO DEL TERROR

La primera bicicleta que llegó al país fue traída en el año 1885 por don Benito Sassenus, aunque se empezó a popularizar por Antonio Ravizza un relojero que se pasaba el día encerrado en su taller, y de noche acostumbraba a salir a dar unas vueltas por las calles utilizando un "velocípedo" (así se denominaba a la bicicleta) que se componía de dos ruedas, una grande adelante y otra chica atrás.


La bicicleta tenía un gran farol que iluminaba con un mechero a kerosén, lo que hacia que no tuviera quieta la luminaria al pasar por las calles. Los vecinos al ver que se aproximaba un bulto con luz sin producir ruidos creían que se trataba de un alma en pena, cerraban las puertas y las ventanas; algunas personas hasta incluso corrían asustadas.


Con el correr del tiempo se fue conociendo que aquel objeto era el relojero con su bicicleta y así se empezó a popularizar el uso de la bicicleta.

miércoles, 28 de marzo de 2012


EL "COCOLICHE"

Antonio Cuccoliccio fue uno de los tres millones de inmigrantes italianos que desembarcaron en el puerto de Buenos Aires entre fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX en busca de una vida mejor.

Al poco tiempo, Cuccoliccio consiguió un empleo como peón en el circo de los hermanos uruguayos José y Jerónimo Podestá, en el cual se dedicaba a la limpieza, cuidado de los animales y servicios menores. Su forma de hablar, en la que se mezclaban palabras del italiano y del castellano, no llamaba la atención. En el Buenos Aires de entonces, era común oír a los tanos (de napolitano, se aplicaba a todos los inmigrantes italianos) que intentaban comunicarse con las mismas dificultades que Cuccoliccio.

Un día, el cómico Celestino Petray se presentó en escena en la fiesta campestre de Juan Moreira, y el actor Gerónimo Podestá le preguntó:

- “Adiós amigo Cocoliche, de donde sale tan empilchao (bien vestido)?”

A lo que Petray respondió: - “Venguedede la Petagoña co este parejiere macanuto, amique!” (Vengo desde la Patagonia con este -caballo- parejero macanudo, amigos!)

Así, había nacido algo que Podestá no previó. Cuccoliccio, con su jerga de idiomas mezclados, no habría podido siquiera soñar: una palabra del idioma español que figura en el Diccionario de la Real Academia desde su edición de 1927,

COCOLICHE, definida como la 'jerga híbrida que hablan ciertos inmigrantes italianos, mezclando su habla con el español'.

martes, 27 de marzo de 2012

FRASES POPULARES: “TE DESEO MUCHA MIERDA” 

En realidad el término viene de hace muchos años, de cuando no existían automóviles a gasolina o gasoil y la gente iba a los teatros en carruajes tirados por caballos.

Cuando una obra que se representaba tenía mucho éxito iba mucha gente a verla, muchos de ellos en esos coches arrastrados por los mencionados caballos, que tienen la costumbre de hacer sus necesidades allí donde les viene en gana. Así, una obra con éxito convertía la calle del teatro en un lugar lleno de excrementos de caballo.

Si había muchos excrementos es que la obra tenía mucho éxito. Desear ‘mucha mierda’ a un compañero de profesión era decirle que ojalá mucha gente fuera a verlo.

lunes, 26 de marzo de 2012

EL MONO Y LOS AROMAS DE LA ANTIGUA PLAZA DE MAYO

Por el año 1816 o 1818 concurrían un gran número de negras a la plaza mayor (hoy de Mayo) en donde vendían patas de vaca cocidas, huevos, chicha, tortas, etc.

La familia Morel que vivía por la zona, poseía un enorme mono. Cierto día este animal se escapó y atropelló el campamento de las negras esparciendo el terror. Luego el mono agarró una de ellas y la tuvo a mal traer. Finalmente la mujer fue salvada gracias al pronto y eficaz socorro que recibió.

También por aquellos años los vendedores del mercado de la plaza, llevaban la comida en viandas de lata, y entre 2 y 3 de la tarde, (hora en que entonces se comía), no se podía pasar por la Recova porque el olor a viandas era insoportable y el tufo a comida que en verano salía de cada tienda de esas, volteaba como un escopetazo.

Fuente: Eduardo Wilde, “Buenos Aires desde 70 años atrás”

domingo, 25 de marzo de 2012

UN BUQUE BIEN BOHEMIO: EL ATLANTA

En 1901, un equipo formado por marineros del navío de guerra estadounidense “Atlanta” disputó tres partidos de béisbol en el puerto de Buenos Aires. Fue uno de los primeros encuentros de un deporte por entonces casi desconocido en estas latitudes. El buque regresó a Buenos Aires en 1904, precisamente en la fecha en que nació el Club Atlanta, cuyos fundadores habrían elegido el nombre inspirados en el crucero.

Esos encuentros deportivos tuvieron cobertura de los diarios de la época, quienes los presentaron como una gran oportunidad para presenciar “el deporte nacional de los Estados Unidos”, aunque también como un “juego muy poco conocido” en nuestro medio y “difícil de explicar”.

Era algo raro para los porteños ya que aquí sólo se desarrollaban disciplinas importadas por los británicos, como el cricket, fútbol y tenis, con la excepción de la pelota vasca.

La crónica del diario Buenos Aires Herald refiere en 1901 a que las reglas son confusas y que hubo decisiones que resultaron cómicas, en abierta alusión al juez. Se destaca que entre la concurrencia había damas para quienes se había colocado un toldo bajo el cual había sillas para que se sentaran. Ellas fueron agasajadas por el cónsul Mayer y el capitán Pendleton, el comandante del “Atlanta”. El refresco fue provisto por Mr. Deck, aparte de unos 20 litros de cerveza aportados por la empresa Bieckert.

En total fueron cinco las naves de guerra estadounidenses que se llamaron “Atlanta” pero la que habría inspirado a Bolinches, Enrich, Sanz, Poggio miembros fundadores del club ATLANTA, fue la segunda nave con ese nombre.

Otra teoría (la más difundida) indica que el nombre del club habría sido puesto en homenaje a un terremoto en Atlanta Georgia (EEUU).


sábado, 24 de marzo de 2012



OTRO LADRONZUELO DE ANTAÑO



"Enrique Ferreyra o Cornelio Pereyra
 
Oriental, 26 años, soltero, trigueño, ojos negros, pelo castaño corto, labios regulares, nariz idem, estatura 1 metro 65 centímetros, no sabe leer, 15 años de residencia. Tiene tres cicatrices de tajos en la mano derecha.

Como escamoteador es hábil. Nunca ha tomado parte en robos con violencia y evita la compañía de ladrones para no hacerse conocer de la policía.
 
Roba alhajas por el conocido medio de introducir un alambre en el agujero de las clavijas que sostienen los postigos en los escaparates de joyería.
No es bebedor y lleva vida ordenada"

Tomado del libro “Galería de Ladrones de la Capital 1880-1887”de José S. Alvarez
LADRONES DE ANTAÑO

José S. Álvarez preparó un libro de dos tomos, "la Galería de ladrones de la Capital", que en 1887 fue publicado por la Imprenta del Departamento de Policía de la ciudad. 

Su prólogo manifestaba el objetivo institucional de fijar, por medio de la fotografía y la palabra, la identidad de doscientos delincuentes con el fin de que pudieran ser reconocidos en la calle por los agentes policiales. 

Griegos, españoles, italianos, franceses, austríacos, argentinos, brasileros, orientales y alemanes prusianos; impresores, zapateros, escultores, cigarreros, estibadores, tipógrafos, marineros, mozos de café y ex-vigilantes aparecieron mediante una foto y un texto que les asignaba un número, varios nombres y alias, una descripción física que incluía marcas y tatuajes, grado de alfabetización, nacionalidad, una o más ocupaciones, entradas en la comisaría, costumbres y grado de peligrosidad.

En la foto, Jose Díaz Velez (alias Pata Santa)

Transcribimos a continuación lo que indica nuestra fuente en los sectores marcados en rojo:
"Argentino, 25 años, soltero, pardo, ojos negros, pelo mota, imberbe, boca grande, labios gruesos, nariz ancha, estatura 1 metro 55 centímetros, sabe leer. Tiene defectuosa la pierna izquierda".

"Es un pillete que ha crecido en la plaza del Temple, ocupándose en comisiones de ladrones, rufianes y prostitutas.Es ratero y carece de condiciones para más.Bebe mucho y cuando bebe se pone como loco.Como espía para los ladrones es inmejorable, porque es astuto.Es capaz de prestar servicio a la policía si se le dá dinero".

Tomado del libro “Galería de Ladrones de la Capital 1880-1887”de José S. Alvarez


LUGARES CON HISTORIA:  EL CLUB G.O.N. 

El nombre de este histórico club de Boedo corresponde a la unión de tres instituciones o clubes distintos: el Circulo Social Don Juan de GARAY nacido en 1925, el Club Social y Deportivo ODEON de 1930 y el más joven, NEPTUNIA Athletic Club fundado en 1934.

En los años 30 y 40 cada uno de estos clubes organizaba bailes amenizados con orquestas típicas del momento, y fiestas de carnaval. 
Pero en la década del 60 comenzó una gran decaída económica y así fue como estas instituciones, que contaban con actividades y trayectorias afines, tuvieron que fusionarse. 

El más importante de estos 3 clubes que generaron el actual club G.O.N. fue el Neptunia.
La vida social de este contaba con destacados eventos en los aniversarios y bailes de Carnaval, en los que se recuerda la presencia de grandes orquestas y cantantes como: Carlos Di Sarli con Roberto Rufino, Juan D’Arienzo, Aníbal Troilo con Francisco Fiorentino, Oscar Alemán, Francisco Canaro con Roberto Famá, Ricardo Tanturi con Alberto Castillo...

Pero el Neptunia brillaba con el sol: el básquet llego a afiliarse a la Federación Argentina y participaba en su torneo; y un cúmulo de asociados se destacaban en tenis, bochas, pesas, gimnasia en aparatos, etc. 

En años en que la personería jurídica la firmaba el presidente de la República, el Neptunia había logrado refrendarla. ¿Quién puso la firma?: Juan Domingo Perón. Lo cierto es que la ampliación de ese documento permitió contar con personería al reciente GON.

Para homenajear a esta institución con historia y mantener viva la memoria de sus socios, les dejamos una invitación de antaño a una de esas fiestas. La verdad, con lo que nos ofrecen, daría gusto poder acudir:

“La Comisión de Fiestas de este Club, tiene el agrado de invitar a Vd. y familia a la Fiesta Campestre que se realizará el Domingo 9 de Febrero próximo” … “parrillada desde muy temprano y a las 12 ½ (sic) gran asado con ensalada, minestrún a la genovesa, quesos, frutas, vino, cerveza y Bilz a discreción”...“Menú obligatoriamente abundante para los recientes participantes de las carreras de enhebrar la aguja, del huevo en la cuchara, de embolsados, de tres pies, para atrás y haciendo el moñito. Y las famosas cinchadas de solteros contra casados o de flacos contra gordos.”

Fragmento de invitación de la Sociedad de Fomento Don Juan de Garay, febrero de 1930.

Hacete amigo: Metejon de Barrio

jueves, 22 de marzo de 2012


¿QUÉ COMÍAN LOS ESCLAVOS?

Es evidente que los africanos trajeron formas de cocinar y gustos gastronómicos desde sus regiones de origen. Esto se expresa no en la predilección por ciertas comidas tales como el mondongo, como creyeron algunos historiadores (no lo elegían, muchas veces era lo único que tenían para comer), sino en la presencia de vasijas de cerámica con formas que no son europeas ni indígenas. Se han hallado ollas de cerámica hechas manualmente, sin torno, simplemente modeladas y de tamaños reducidos (menos de 15 cm de alto) que permitían mantenerlas en el fuego en forma constante y desde las cuales se comía directamente con las manos. 

Qué se comía en Buenos Aires es difícil de saber, pero los pocos datos encontrados tienden a suponer una especie de locro, con gran cantidad de maíz o arroz -hervido hasta hacerse pasta- y fragmentos de cualquier otra cosa que hubiera accesible. Esto se comía sin horarios ni ceremonia alguna, imposibles de mantener siendo esclavos.

Otra forma era la comida preparada por el patrón cuando se trataba de grandes grupos de esclavos urbanos: para ellos era común usar el tasajo. Se trataba de tiras de carne vacuna secadas al sol hasta que perdían totalmente la grasa y consistencia, volviéndose negras y duras. El tasajo tiene la consistencia del cuero y el olor es nauseabundo, pero posee la virtud de que no se pudre. Simplemente se hacían atados de ellas y podían ser hervidas –muchas horas lógicamente- hasta que largaban un poco de grasa y luego eran mascadas.

Hubo dos comidas siempre atribuidas a los esclavos: el famoso mondongo, y la morcilla: ambas sobras de matadero. 
El célebre relato “El matadero” de Esteban Echeverria nos muestra con desagrado cómo se manufacturaban éstas morcillas aprovechando lo que se descartaba: imaginemos lo que era la sangre del animal que chorreada en el piso -de tierra, obviamente-, mezclada con grasa y cartílagos cortados, pasta que debía introducirse en los intestinos (chinchulines) en un proceso totalmente manual. 
La realidad era que las achuras se tiraban a los perros por un simple problema de salubridad. Estas achuras se regalaban en los mercados de la ciudad hacia la
década de 1900 y se daban "en balde". La negra que fabricaba la morcilla con
intestino y sangre coagulada no lo hacía por placer ni por morbosidad
congénita, sino porque era la única comida posible para una gran parte de los
habitantes de la ciudad. 

La bebida favorita era siempre la chicha. Era la bebida comunitaria que se preparaba antes de los bailes en grandes tinajas con la colaboración de toda la comunidad. Tenía otra enorme virtud sobre el vino y la ginebra usados en la época: el costo era casi inexistente, ya que se trataba de simple maíz fermentado. 

Fuente: Buenos Aires Negra - Daniel Schavelzon 

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miércoles, 21 de marzo de 2012

LA BUDINERA DE JUANCITO

Juan Galvez nació en la Paternal el 12 de Febrero de 1916. De joven y junto a su hermano Oscar, atendían un taller en San Martín y Galicia.

De carácter introvertido, tenía como máximas cualidades el método y la cerebración. Añadió a su mente calculadora, amplios conocimientos mecánicos y toda la garra y las ganas de aquel que sólo corre para ganar.

En el automovilismo su record es realmente impresionante. Con 56 victorias totales es el Nº 1 de todos lo tiempos. Entre carreras, Grandes Premios y etapas de ambos, vió 109 veces la bandera a cuadros como triunfador. Finalmente resultó campeón argentino de Turismo Carretera nada menos que “9 veces”.

Cuando le preguntaron a Juan Gálvez cuál era su secreto para ganar tantas carreras, esbozando una tímida sonrisa respondió:-"Corriendo a la menor velocidad posible". Extrañados sus interlocutores, le volvieron a preguntar: -"Cómo...? ¿Cuál es la menor velocidad posible...? A lo que el múltiple campeón con su proverbial calma respondió: -"Esa la fijan mis rivales".

Y enseguida subrayó sabiamente: -"Nunca trato de ganar por mucha diferencia. Para que voy a malgastar el auto si no es necesario. Soy enemigo de derrochar lo que tanto me cuesta juntar. Armar un motor significa para mí muchas horas de trabajo en el taller. Entonces ...¿ para que voy a ganar por una hora cuando puedo hacerlo por dos minutos..?".

Juan Galvez era amante de lo dulce. Cuando era pibe, y hasta ya de grandecito, la mamá le dejaba la budinera para que Juancito "la rascara".

Hasta en una publicidad de ATMA de los años `60 se hablaba de Juan: “No bebe, no fuma, come sobriamente, pero denle dulces, tortas, esas que chorrean cremas. Si usted señor, llega a invitar a Juan Gàlvez a comer, ya sabe lo que más le apetece al campeón. No se preocupe de manjares, de licores, de vinos, usted llene la mesa de dulces... no ponga otra comida.”. En esa misma publicidad el remataba el aviso diciendo “la budinera para mi mamá”.

Por eso cuando le dieron en propiedad la Copa establecida en 1910 para quien conquistara tres veces consecutivas el Gran Premio, alguien le dijo que había que llenarla de champagne, sin embargo Juancito sonrió y dijo: “Linda budinera para mi mamá”.

Juan Galvez falleció en un accidente en la 10ª Vuelta de Olavarria, el 3 de Marzo de 1963, a la edad de 47 años.

Este es el homenaje de Metejon de Barrio para el más campeón del automovilismo Argentino… y con FORD...

Metejon de Barrio

martes, 20 de marzo de 2012

"SACARSE UN OJO" CON UNA REJA VOLADA

Allá por el 1800, una cosa que afeaba mucho el exterior de las casas, eran las inmensas rejas voladas en las ventanas a la calle. Algunas sobresalían bastante, lo que agregado a la extrema estrechez de las veredas, ponían en constante peligro al transeúnte, especialmente en las noches oscuras.


A propósito de estas rejas, un periódico de aquellos tiempos, decía:

“Un artesano honrado que tiene estropeado el brazo derecho por una de las innumerables rejas de ventana que usurpan el paso en nuestras veredas; y una señorita bonita, que acaba de perder un ojo por la misma causa, van a presentarse, dicen, a la Honorable Junta para que, a más de obligar a sus dueños a pagar una multa fuerte por cada desgracia que originen, se imponga a cada una de estas ventanas una contribución anual, mientras subsistan en el estado presente”.

Por otra parte, por feas que ellas fuesen, aquellas rejas sirvieron por ejemplo para poder dormir, como era muy común en aquellos años, con las ventanas abiertas en tiempo de verano.


Igualmente los amantes del aire fresco no podían librarse de la astucia de los cacos. En aquel tiempo no había serenos ni vigilantes apostados en las esquinas, y aunque los robos eran menos comunes que en la actualidad, no dejaba de haber algunos.


Uno de los medios de efectuarlo era el siguiente: Con una caña que tuviera un gancho o anzuelo en un extremo, los ladronzuelos la introducían por la reja, y con la mayor destreza, sustraían las ropas o pertenencias sin ser sentidos.


Muchos porteños se han despertado viendo salir su reloj con cadena o su pantalón, balanceandose en la punta de una caña.


Fuente: Eduardo Wilde - Buenos Aires desde 70 años atras

lunes, 19 de marzo de 2012

PERSONAJES QUERIBLES, "FANGIO"

Fangio (al que así bautizaron porque era chueco, pero en realidad se llamaba Mario Poggi y vivía en Timoteo Gordillo al 600), era un verdadero personaje de Liniers.


Cuando pasaba raudamente algún colectivo, se hacía el borracho y pasaba delante de él. Su envidiable agilidad le daba tiempo para pasar –cuando el colectivero y los pasajeros suponían que lo había agarrado– y pegarle una gran trompada en la chapa del costado, para luego caer, supuestamente, muerto.


Entonces el colectivo frenaba y –al ver el pobre borracho muerto después de escuchar el tremendo golpe que había dado su cuerpo contra el vehículo– la gente y el colectivero se agarraban la cabeza.


Claro que en el peor momento, el supuesto borracho se levantaba, se acicalaba sus ropas y seguía su sinuoso caminar, ante el asombro de todos.




domingo, 18 de marzo de 2012


"PELUQUEROS TOQUETONES" DEL 1800

A continuación, y con la ayuda de José Wilde, reflejamos la imagen de una barbería allá por el 1800:

"Constaba de lo que llaman un cuarto redondo; es decir, de una sola pieza a la calle. Las de más lujo ostentaban, tal vez, una puerta con vidriera. 
En esta puerta, con o sin vidrios, flameaba por regla general, una cortina de color, con grandes flores. Las paredes, estaban generalmente blanqueadas, casi siempre muy sucias y jamás empapeladas." 

"Un sillón de baqueta, una fuente, toallas (no muy limpias), peines ídem, completaban los objetos del peluquero; tal vez un poco de aceite de limón. 
En un rincón una escoba, no olvidando el tradicional brasero que, cerca de la puerta, o en otro rincón, sobre unos cuantos pedazos de carbón, mantenía la pava de agua caliente para la barba, y por supuesto para el indispensable mate."

"El barbero era un tipo especial; casi todos eran pardos o negros. Charladores incansables, entretenían al parroquiano con sus cuentos y chistes, y sabían la vida y milagros de todo el mundo. Por añadidura, todos eran guitarreros."

"En esos tiempos todavía no se usaba el cepillo o pincel de barba para jabonar la cara. El maestro movía con los dedos el jabón y el agua en la fuente hasta hacer espuma, y luego con la mano la frotaba en la cara de su cliente. 
En aquellos tiempos, como se ve, se manoseaba mucho más el rostro del pobre candidato; metían los dedos entre los labios, y en la época en que no se usaba bigote, se prendía el barbero sin compasión de la nariz, elevándola cuanto podía e imprimiéndole movimientos laterales para afeitar el labio superior."

José Wilde - Buenos Aires desde 70 años atrás. 



sábado, 17 de marzo de 2012

ANTIGUAS PLAGAS PORTEÑAS

Desde la fundación de Buenos Aires la guerra contra las hormigas fue una guerra santa.
Los primeros colonizadores buscaron ayuda en los santos patronos para la lucha contra estos insectos y las ratas. Los elegidos entonces fueron San Bonifacio y San Sabino.
Sin embargo, las plagas siguieron molestando. Algunos pobladores apoyaban los poderes de San Bonifacio, otros los de San Sabino, y hasta algunos nombraron a San Saturnino.

Cansados de pelear, se optó por sortear al santo protector de plagas. Fue así como en un sombrero colocaron los nombres de ¡15 candidatos!.
Un joven metió la mano y así salieron los dos nuevos patrones: San Judas y San Simón.
Comenzaron a realizarles ofrendas a estos pobres santos… pero no pasó nada..., y las hormigas y ratas seguían apareciendo.

Por otra parte, uno de los oficios de los negros para poder obtener su libertad era el de “hormigueros” o sacadores de hormigas. 
El cuadro de situación era el siguiente: llegaba el hormiguero y analizaba el terreno. Luego daba una clase a su cliente sobre el caminito de las hormigas en un pobre castellano.
Si el caso ameritaba, dos o más sacadores de hormigas discutían en presencia del dueño de casa acerca de la estrategia de cómo combatir ese ejército invasor, que aprovechando la situación, continuaban trabajando.

Fuente: Hist. Daniel Balmaceda

GOL OLIMPICO !!

El Club Sportivo Barracas fue fundado el 30 de octubre de 1913 en la sede de Iriarte 2056, en el barrio porteño de Barracas. Si bien fue un club que tuvo sus orígenes relacionados al remo, el fútbol, que crecía en popularidad, comenzó a hacerse fuerte como disciplina.

En su época de esplendor, el estadio de Sportivo Barracas era uno de los de mayor capacidad. Fue así como el 28 de septiembre de 1924 estaba programado un amistoso en ese estadio entre las selecciones de Argentina y Uruguay, el flamante campeón de los Juegos Olímpicos de Paris. Sin embargo, el público que asistió superó la capacidad del escenario, por lo que el partido debió reprogramarse.

Finalmente, el encuentro se disputó el 2 de octubre, día en que se inauguró el cerco perimetral, al que desde allí se denominó “alambrado olímpico”, en alusión al equipo uruguayo ganador de la medalla.

Pero lo más significativo de aquella jornada fue el primer tanto del equipo argentino... 

Ese día, Cesareo Onzari, puntero izquierdo de Huracán, convirtió el primer gol desde un tiro de esquina. 
Valiéndose del cambio que la International Board había realizado en el reglamento, (que daba categoría de tiro libre directo al remate desde el córner), el jugador argentino convirtió lo que desde allí se denominó “gol olímpico”, en homenaje al rival, y al cerco perimetral recien inaugurado en donde se apoyó antes de patear. 

Metejon de Barrio

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viernes, 16 de marzo de 2012

LA NOCHE QUE QUISIERON MATAR A SARMIENTO

Cuantos de niños habremos vociferado palabras en contra del padre de nuestra educación. Levantarse temprano, ir a la escuela, aguantar las cuentas, las oraciones, y encima cantar un himno en su homenaje!

Muchos deseamos atentar contra su imagen, pero algunos fueron más allá.

Domingo Faustino Sarmiento sostenía que "contra un asesino alevoso no hay preocupación que valga", convencido de que "cuanto más se guardó Abraham Lincoln fue cuando lo asesinaron". Fue así que el presidente argentino, cansado de las advertencias sobre amenazas contra su vida, se trasladaba sin custodias.


La noche del 23 de agosto de 1873, Sarmiento, sin precaución alguna, treparía solitario a la carroza parisiense estacionada frente a su casa de Maipú entre Temple (Viamonte) y Tucumán. En el corto trayecto hasta lo de Dalmacio Vélez Sársfield, serían el cochero y él, y los caballos.


Muy cerca, en la misma calle Maipú, había terminado la reunión en la que “El Austríaco” (apodo del líder de la banda) entregó las armas a tres italianos: trabucos naranjeros de bronce boca ancha comprados cerca de la central de policía. Uno bien cargado de pólvora, y varios puñales.


Los italianos eran marineros que habían sellado el primer compromiso con un adelanto de 200 pesos a cada uno a cuenta de la cifra mayor. Inmediatamente después de consumado el crimen cobrarían los 10.000 patacones o pesos fuertes. La señal para atacar la carroza que partía hacia la calle Corrientes sería un silbido de El Austríaco.


Los conspiradores revisaron la esquina del almacén donde el carruaje doblaría desde Maipú por Corrientes, aminoraría la marcha y así tendrían tiempo de apuntar. También revisaron el plan que al parecer les requería matar primero a los caballos. Todos, desconocían ser sospechosos ya que la policía manejaba rumores de una sociedad secreta en La Boca que quería asesinar al presidente.


Llegado el momento, uno de los italianos sostuvo el trabuco y disparó hacia el carruaje, lo que provocó una gran explosión. El trabuco estaba cargado en exceso, reventó y le destrozó la mano. Otros disparos dieron en una pared, pero todo se frustró, los caballos se encabritaron y Sarmiento -que ya oía muy poco- casi no se dio cuenta del atentado.


Los italianos fueron detenidos, y el principal conspirador, El Austríaco, fue asesinado en Montevideo tiempo después.


En las pericias químicas de las armas detectaron bicloruro de mercurio en las balas y un veneno también mortal en los puñales. Quien tocara este producto, con sólo tocarse el lagrimal tendrían una muerte inmediata.


Pero para Sarmiento y su carroza siguieron los problemas, aunque menos dramáticos (recibió silbidos por dejarla mal estacionada al ir al teatro y el 15 de diciembre del mismo año 1873 chocó con un tranvía tirado por caballos: ahh… lo abuchearon porque mandó preso al cochero).


Metejon de Barrio
 

jueves, 15 de marzo de 2012

¿Y AHORA?... ¿QUIEN CARGA CON ESTE MUERTO?


En Buenos Aires a principios del 1800, no había vigilantes apostados en las boca-calles, y el servicio de policía en la noche se hacía por medio de patrullas encabezadas por un alcalde, un teniente alcalde o algún vecino. Todos los hombres estaban obligados a hacer la patrulla cuando llegaba su turno o poner un suplente que costaba, generalmente, de 20 a 30 centavos.

La patrulla tocaba las puertas de las casas y ante la pregunta «¿quién vive?» se contestaba -«la patria»- (si uno era un ciudadano común) y seguido de ello la patrulla exortaba «¿qué gente?» y uno contestaba paisano, militar o lo que fuese.
La función secundaria de esta patrulla era juntar a los ebrios y llevarlos ante el Cabildo.

En la ciudad, por lo general no existían crímenes premeditados, tampoco suicidios. Pero los porteños teníamos una mancha negra: el uso del cuchillo. Las peleas callejeras eran casi diarias, y las heridas generalmente eran de muerte.

También era costumbre poner en exhibición bajo los portales del Cabildo, el cadáver de alguien muerto en las calles, con el objeto de que fuese reconocido y reclamado por sus deudos. No era raro ver al lado del cadáver un platito destinado a recolectar limosna para ayudar a sepultarlo, o para velas o una misa. 

Metejon de Barrio



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LOS PRIMEROS CAMIONES ATMOSFERICOS

El hombre primitivo hacía sus necesidades al aire libre y en cualquier lugar. Lo hacía naturalmente, en cuclillas.

Este hombre enseguida comprobó que la corriente de ríos y arroyos podía arrastrar y hasta diluir sus propios excrementos, con lo que convirtió a esos cursos de agua en su “lugar de necesidad”.
Cuando se hizo sedentario, el baño higiénico y refrescante comenzó a ser más frecuente. Entonces debió preservar el lugar donde bebía y se zambullía para evitar la contaminación.

Llegó un momento en que las comunidades levantaron caseríos y villas, y luego pueblos y ciudades. Fue cuando apareció la calle indecorosa donde todos concurrían a agacharse (o sea, en la calle). Después apareció una letrina muy rudimentaria: un pozo que podía alcanzar los dos metros de profundidad, con una piedra horadada encima. Con el tiempo le fue agregada una precaria casilla de madera para mantener la privacidad de esas actividades y proteger a sus protagonistas de las inclemencias del tiempo.


Los pozos cavados “hasta el agua” (hasta las napas) propiciaban que la naturaleza hiciera lo suyo. Cuando uno de ellos llegaba a su punto de saturación, era cegado para abrirse otro en un lugar cercano.


En determinado momento se mandó revocarlos interiormente con cemento hidrófugo, con el propósito de evitar filtraciones que contaminaran los pozos de agua potable. Buenos Aires reglamentó esta medida durante la gran epidemia de fiebre amarilla de 1871. Entonces no hubo más remedio que vaciarlos periódicamente, primero mediante un sistema precario que se valía de cubos y toneles, el nauseabundo “sistema de baldeo”; y luego por el “sistema atmosférico” que introdujo las bombas de aspiración. Ambos vertían todo en bañados, riachos y vaciaderos.


La primera empresa de carros atmosféricos legalmente constituida que operó en Buenos Aires fue la de Crudo, Zambelli y Cía., que en 1870 realizaba la tarea con una escasa flota de vehículos de tracción equina. Comenzó a trabajar a buen ritmo atendiendo los pedidos de particulares y organismos oficiales. En febrero de aquel año, por ejemplo, fue convocada para que limpiara, “valiéndose del atmosférico, las letrinas del Hospital Italiano, ocupado hoy por los heridos y enfermos del Ejército Argentino”. Eran los tiempos de la guerra con el Paraguay.


Metejon de Barrio

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miércoles, 14 de marzo de 2012


Dichos populares: “AQUÍ NADIE ME PISA EL PONCHO”

La práctica del duelo con arma blanca como culto al coraje o como único recurso para lavar una afrenta, queda planteada desde la llegada misma del Europeo.


En documentos encontrados del proceso criminal seguido al gaucho “Juancho Barranco” en el año 1759, puede leerse como este personaje entró a pelear: a los gritos de "háganse a un lado"; con un sable en la mano, un puñal en la otra y el poncho envuelto en el brazo. En la época que aludimos, las muertes que resultan de las peleas en las pulperias dan lugar a la sanción de numerosos bandos prohibiendo llevar armas. Una resolución del año 1753, pena con doscientos azotes al portador de cuchillo.


El duelo criollo dentro de este contexto, podía ser espontáneo o convenido de antemano. Y las causas de los duelos eran: campear el alcohol, viejos resentimientos o una palabra de mas. Cuando no, una "china querendona" o una copla intencionada.


Tipos de duelo:


-A muerte.


-A "primera sangre", si sólo se buscara desprestigiar al adversario. Muchas veces, lo que se intentaba era "marcar" el rostro del oponente, para que quede desprestigiado de por vida. Marcar la cara tenía además un fuerte valor simbólico en aquella sociedad pastoril donde la "hierra" (marcar con hierro caliente al ganado) otorgaba derecho o propiedad sobre lo marcado.


También existían duelos de "puro floreo", por juego, diversión o de práctica. En estos casos se usaba un palito o simplemente el dedo índice engrasado sustituyendo el arma.


Los puntazos y hachazos se atajaban -o desviaban- con el propio cuchillo o con el poncho que envolvía el brazo opuesto, en continuo movimiento cubriendo algo separado, el torso y cintura.


Cuando el adversario era despreciable por alguna condición moral o simplemente considerado poca cosa, se apelaba al uso de otras armas: el rebenque, el arriador, el cabestro o el mismo poncho. Así lo cuenta una historia referida al gaucho Pacheco quien castigando a su adversario con el poncho esgrimió: "no lo corro amigo porque no quiero avergonzarlo mas..."


El dicho popular "nadie me pisa el poncho", alude a la costumbre bravucona de arrastrarlo por el piso buscando pendencia. Quien lo pisara, forzaba a una contienda. Los dichos "Atarse la faja" y "Hacer la pata ancha" también son dichos elementales para entrar a la pelea.


Finalmente, "madrugador" no sólo es el que se levanta temprano para honrar al trabajo. También es el que tira el puntazo cuando el otro no desenvainó o está desarmado.


Metejon de Barrio 

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martes, 13 de marzo de 2012

MUSICA DEL ARRABAL

En épocas en donde no existía el MP3, ni el CD, ni cassette, ni los discos de vinilo, era muy dificultoso alegrarse mediante música. Las clases altas podían costear el gasto de un piano, pero los pobres poco podían hacer para alegrarse.

En estos tiempos (mediados del 1800) fue clave la función del organillero, quien se paraba en cualquier esquina, haciendo sonar su música por unas monedas. Algunos inclusive fueron contratados para cumpleaños o fiestas humildes, ya que era la única forma de llegar a tener música en los suburbios.

El organito, es un artilugio parecido a una cajita musical, que contiene un cilindro con clavos. La caja tiene varios martillos que golpean esos clavos cuando el cilindro comienza a girar mediante una manivela.

Los cilindros tenían un repertorio surtido. Los había con temas populares europeos como polcas, valses, marchas de óperas, pero también existían exclusivos de tangos.
Existían distintos tipos de organitos, algunos de similar apariencia con una “rocola” fueron adaptados posteriormente al sistema "automático de la moneda", y resultaron el elemento indispensable en los piringundines y bares del bajo o de los arrabales.

El diario "El Nacional" del 29 de agosto de 1876, da cuenta de la aparición, por primera vez en Buenos Aires, de dos organilleros italianos que utilizaban “cotorras” para sacar un papelito. Pronto este novedoso atractivo se popularizó y se difundieron los organilleros "del lorito", que luego de la interpretación hacían sacar "la suerte" para quien la solicitaba, con el pico del animalito y más tarde quienes se hacían acompañar en su recorrida, con un pequeño mono, muy adiestrado y con gran habilidad para recoger las monedas que el público les brindaba.


José Hernández, en 1872, se refiere a ellos en el "Martín Fierro" donde cuenta que los organilleros napolitanos estaban en todos lados, especialmente en las pulperías animando su música con las piruetas de algún mono. También se han visto algunos de esos tocadores de organito napolitanos partir para la guerra del Paraguay, detrás del ejército, prestar animación a las noches del campamento.


Una anécdota muy humana, cuenta que la fábrica de organitos de la familia Rinaldi entregaba organitos a minusválidos, sin que estos pagasen un centavo de adelanto y sin pagarés, le abrían una suerte de "libreta de almacén". La persona trabajaba y a la mañana siguiente pasaba por la fábrica y entregaba a cuenta lo que podía. La señora de Rinaldi se encargaba de anotar día a día los aportes y de esa forma, sin documentos ni garantías, el "organillero" iba saldando su deuda, un verdadero compromiso de honor, basado en la generosidad y magnífica predisposición de los fabricantes.


Mucha gente estaba en contra de "esa música que rompía los tímpanos" y el 26 de noviembre de 1900, el diario "La Nación" publicó una nota a un señor que vivía en la aristocrática calle Florida. El diario mencionaba: "es amante de la buena música y que todas las noches, precisamente a la hora en que puede sentarse al piano, los acordes de tal milonga le impiden distraerse un rato sin molestar al prójimo". El organillero se situaba frente a su casa para tocar la popular milonga: "Bartolo tenía una flauta".


Fue así que comenzó una campaña en contra del popular difusor de la música; con el progreso la ciudad creció, y los "pianos a manubrio" fueron desplazados a los suburbios o reemplazados por el disco hasta que desaparecieron.


Citando a Homero Manzi en su tango “El último organito”, recordamos y homenajeamos de esta manera a “Manu” de Villa Crespo, el último organillero del que se tiene registro documental.


Metejon de Barrio 

lunes, 12 de marzo de 2012

MITOS URBANOS - EL ENANO VAMPIRO

A fines de la década del 70, llegó a Buenos Aires el Circo de los Zares, uno de los circos soviéticos más importantes y como todos los circos, tenía una gran troupe de enanos, payasos y equilibristas. 

Entre ellos, se destacaba un ágil enano que actuaba bajo el nombre de Kirki, originario de la zona de los Montes Cárpatos, el mismo lugar donde nació Vlad Tepes, “el empalador”.

Este circo se instaló en el predio que ocupara el viejo Gasómetro de Avenida La Plata, antes de que se construyera el supermercado, pero tras comenzar las funciones, algunos animales empezaron a morir en circunstancias misteriosas.

El encargado del circo, un tal Boris Loff, notó que los animales morían de noche y quedaban secos, casi sin sangre.

Decidido a encontrar al animal que provocaba semejante hecho, el señor Loff convocó para formar un equipo de vigilancia al "Hombre Bala" y a la "Mujer Barbuda".

Una noche, escucharon unos ruidos sospechosos en el carromato de Kirki, el enano estrella del circo. El Hombre Bala se arrojó contra la puerta, destrozándola y los sorprendidos artistas se encontraron al entrar con el peor de los escenarios. Kirki se encontraba prendido a la yugular de "Vera", la simpática mona tití que hacía las delicias de grandes y chicos con sus gracias y morisquetas.

Horrorizado, el señor Loff expulsó al enano del circo, aunque omitió denunciarlo a la policía Federal para evitar rumores.

El circo se fue pero Kirki quedó varado en Buenos Aires, lejos de su tierra y, posiblemente obligado a seguir practicando su afición hemática para obtener alimento. Su exilio comenzó en un caserón abandonado de Flores.

Sus nuevos vecinos, que al principio lo tomaron sólo como a un personaje pintoresco, lo bautizaron con el nombre exótico de Belek, quizás por algún diálogo a media lengua que escucharon de su boca.

Con el tiempo, los vecinos comenzaron a notar la ausencia de algunos gatos. Pronto se corrió la voz de que algo extraño sucedía en el caserón abandonado que le servía de morada al antiguo enano.

Pero un día el miedo comenzó a tomar forma cuando a doña Ángela, una vecina que vivía en la calle Santander, perdió a su minino preferido. Ante el misterio de la ausencia de los felinos y tras una breve investigación, algunos dedos acusadores comenzaron a apuntar al enano misterioso y excéntrico, que no se trataba demasiado con nadie y era el único ser que se movía por fuera del medio ambiente barrial, pero por sus calles.

Una noche, cerca de la estación, atraparon a Belek con una red de arco de fútbol, pero el enano cortó la red con un amenazante cuchillito y se escapó una vez más.

Finalmente, algunos dijeron que Belek, afectado por el clima húmedo de Buenos Aires, Belek emigró hacia tierras cordobesas.

Pero otras versiones que corrieron por el barrio sitúan a Belek en el cementerio de Flores. Allí aún se alimentaría de gatos, ratas y de otros inofensivas bestias más pequeñas que él. 

Nota: la foto es ilustrativa. 

Metejon de Barrio.


EL "TORNO" DE LOS EXPOSITOS 


En 1779 el Virrey Vertíz fundó la Casa de Niños Expósitos en la Manzana de las Luces. Con una Buenos Aires repleta de soldados era común que los navegantes y tropas españolas dejasen hijos bastardos por todos lados.

La casa funcionó con pocos fondos, sobreviviendo gracias a alquileres de 9 locales propios, una imprenta, funciones a beneficio en el Teatro de La Ranchería, la venta de mulas para poder comer carne en la cuaresma y diversas donaciones.

Tiempo después el hogar se muda a la esquina dejada por los jesuitas en Moreno y Balcarce, para terminar luego donde hoy funciona el Hospital Pedro Elizalde (Ex - Casa Cuna).

Un elemento primordial en la Casa de los Expósitos fue “el Torno”. Este era un dispositivo giratorio de madera para que alguien que quisiese abandonar un niño lo pudiese hacer anónimamente, girase el armazón y del otro lado aparezca el niño haciendo sonar una campanilla. Para dar un poco de culpa a los padres, en este lugar figuraba la leyenda “Mi padre y mi madre me arrojan de si, la caridad divina me recoge aquí”.

Muchos de los niños eran dejados con alguna señal que los pudiera identificar (pañuelos, mantillas o medallas cortadas a la mitad, mensajes escritos en papeles, etc.) con la esperanza de poder rescatarlos cuando la situación de las madres que los abandonaba mejorase.

Cuando la casa pasó a manos del estado, el Gobierno garantizó pagos mensuales a 250 amas para que cuidasen niños en sus casas, criándolos a leche completa, media leche y despecho, según correspondiera debiendo someterlos a examen médico mensual previo al pago de su salario. A partir de los 4 años a los niños se los daba en guarda o como criados, o continúan con sus amas externas. Sólo los que no podían ser colocados permanecían en la Casa de Expósitos.

La provisión de sustitutos confiables de la leche humana cuando las nodrizas no eran suficientes, creaba problemas de difícil solución. Se utilizaron leche de vaca, yegua, burra y cabra, pero hasta comprender la manera de esterilizarla, poco se podía hacer para conservarla, entonces se intentaba colocar a los bebés directamente en las ubres de cabras amaestradas. Por ese entonces, comienza a elaborarse en Buenos Aires, la "leche malteada", que se vendía en farmacias y droguerías.

Cuenta una anécdota, que ya en tiempos de la Casa-Cuna, uno de los médicos fue a París a entrevistarse con Louis Pasteur y buscar la vacuna antirrábica, trayéndola cultivada en lotes sucesivos de conejos para conservarla. El dr. Davel llegó a Buenos Aires en 1886, justo a tiempo para salvar la vida de un niño uruguayo mordido por un perro rabioso, derivado especialmente a Buenos Aires para su tratamiento, siendo ésta la primera administración de esa vacuna fuera de Francia. 

Metejon de Barrio


BUENOS AIRES ROMANTICA (1932)

Más allá de que este film de la Metro Goldwyn Mayer esté en inglés y alguno de ustedes no entienda el idioma, lo más importante es que puedan ver la imagen que brindaba Buenos Aires al Mundo en 1932.



Metejon de Barrio



BUENOS AIRES DE ANTAÑO EN FOTOS

Burdeles y tiendas inglesas sobre el paseo 9 de Julio (Hoy Av. Alem).


Zona de las denominadas "coperas". Chicas que emborrachaban a marineros faltos de alcohol y afecto durante sus viajes.
Se servía whisky barato, en tanto ellas, bebían también un supuesto whisky con hielo. En realidad tomaban te frío. Así lograban su cometido, vaciar los bolsillos de sus presas. 

Metejon de Barrio


PORTEÑOS QUERIBLES: 
      EL VISIONARIO SR. DIAZ

Rafael tenía 15 años, era vendedor en una mercería de la calle Chacabuco y a la noche dormía sobre el mostrador del negocio.

Un día su empleador viendo su esfuerzo, le dijo: "Usted va a ir al Paraíso, Rafael, usted tiene un chalecito reservado en el cielo".

Y en 1927 terminó de construir su sueño: un chalet normando como uno que había visto en Mar del Plata.

Así inauguró Muebles Díaz, que se convirtió en una de las grandes tiendas de muebles de Buenos Aires. Pero todo el mundo la conocía como la mueblería del chalecito.

Como vivía en Banfield, no podía volver a almorzar: entonces, creó allí su segundo hogar. Comía en la primera planta, hacía una siestita ni muy corta ni muy larga, y volvía a trabajar.


En días claros, desde su chalet se podía ver la costa del Uruguay. Desde esas ventanas, el señor Díaz vio, bloque por bloque, cómo levantaron el Obelisco en 1936. También fue testigo de la apertura de la 9 de Julio.


Hoy, para llegar al chalet hay que subir por ascensor. En la planta baja funciona la administración del edificio, y en el primer piso, oficinas con alfombra gris y muebles modernos. Al último piso se llega por una escalerita de caracol y está vacío. Pero ese ambiente mantiene la esencia de la casa.


Finalmente Don Rafael falleció en 1968 y luego de pasar a manos de sus hijos, por años estuvo abandonado y oculto. El chalet, fue sede de una agencia de modelos y el laboratorio de un fotógrafo.


Ah… Rafael Díaz compró una antena de radio y lanzó la frecuencia Broad Casting Muebles Díaz, que, desde el chalet, mechaba promociones de la casa con temas musicales. Cuando la radiodifusión se reguló en el país, Díaz no estuvo dispuesto a pagar un peso por su radio. Y cedió su antena a una nueva emisora: esas resultaron ser las primeras transmisiones de Radio Rivadavia.


Dirección para algún despistado: Sarmiento 1113. Sino, pararse en el Obelisco y automáticamente mirar para arriba.