lunes, 12 de marzo de 2012

MITOS URBANOS - EL ENANO VAMPIRO

A fines de la década del 70, llegó a Buenos Aires el Circo de los Zares, uno de los circos soviéticos más importantes y como todos los circos, tenía una gran troupe de enanos, payasos y equilibristas. 

Entre ellos, se destacaba un ágil enano que actuaba bajo el nombre de Kirki, originario de la zona de los Montes Cárpatos, el mismo lugar donde nació Vlad Tepes, “el empalador”.

Este circo se instaló en el predio que ocupara el viejo Gasómetro de Avenida La Plata, antes de que se construyera el supermercado, pero tras comenzar las funciones, algunos animales empezaron a morir en circunstancias misteriosas.

El encargado del circo, un tal Boris Loff, notó que los animales morían de noche y quedaban secos, casi sin sangre.

Decidido a encontrar al animal que provocaba semejante hecho, el señor Loff convocó para formar un equipo de vigilancia al "Hombre Bala" y a la "Mujer Barbuda".

Una noche, escucharon unos ruidos sospechosos en el carromato de Kirki, el enano estrella del circo. El Hombre Bala se arrojó contra la puerta, destrozándola y los sorprendidos artistas se encontraron al entrar con el peor de los escenarios. Kirki se encontraba prendido a la yugular de "Vera", la simpática mona tití que hacía las delicias de grandes y chicos con sus gracias y morisquetas.

Horrorizado, el señor Loff expulsó al enano del circo, aunque omitió denunciarlo a la policía Federal para evitar rumores.

El circo se fue pero Kirki quedó varado en Buenos Aires, lejos de su tierra y, posiblemente obligado a seguir practicando su afición hemática para obtener alimento. Su exilio comenzó en un caserón abandonado de Flores.

Sus nuevos vecinos, que al principio lo tomaron sólo como a un personaje pintoresco, lo bautizaron con el nombre exótico de Belek, quizás por algún diálogo a media lengua que escucharon de su boca.

Con el tiempo, los vecinos comenzaron a notar la ausencia de algunos gatos. Pronto se corrió la voz de que algo extraño sucedía en el caserón abandonado que le servía de morada al antiguo enano.

Pero un día el miedo comenzó a tomar forma cuando a doña Ángela, una vecina que vivía en la calle Santander, perdió a su minino preferido. Ante el misterio de la ausencia de los felinos y tras una breve investigación, algunos dedos acusadores comenzaron a apuntar al enano misterioso y excéntrico, que no se trataba demasiado con nadie y era el único ser que se movía por fuera del medio ambiente barrial, pero por sus calles.

Una noche, cerca de la estación, atraparon a Belek con una red de arco de fútbol, pero el enano cortó la red con un amenazante cuchillito y se escapó una vez más.

Finalmente, algunos dijeron que Belek, afectado por el clima húmedo de Buenos Aires, Belek emigró hacia tierras cordobesas.

Pero otras versiones que corrieron por el barrio sitúan a Belek en el cementerio de Flores. Allí aún se alimentaría de gatos, ratas y de otros inofensivas bestias más pequeñas que él. 

Nota: la foto es ilustrativa. 

Metejon de Barrio.

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lunes, 12 de marzo de 2012

MITOS URBANOS - EL ENANO VAMPIRO

A fines de la década del 70, llegó a Buenos Aires el Circo de los Zares, uno de los circos soviéticos más importantes y como todos los circos, tenía una gran troupe de enanos, payasos y equilibristas. 

Entre ellos, se destacaba un ágil enano que actuaba bajo el nombre de Kirki, originario de la zona de los Montes Cárpatos, el mismo lugar donde nació Vlad Tepes, “el empalador”.

Este circo se instaló en el predio que ocupara el viejo Gasómetro de Avenida La Plata, antes de que se construyera el supermercado, pero tras comenzar las funciones, algunos animales empezaron a morir en circunstancias misteriosas.

El encargado del circo, un tal Boris Loff, notó que los animales morían de noche y quedaban secos, casi sin sangre.

Decidido a encontrar al animal que provocaba semejante hecho, el señor Loff convocó para formar un equipo de vigilancia al "Hombre Bala" y a la "Mujer Barbuda".

Una noche, escucharon unos ruidos sospechosos en el carromato de Kirki, el enano estrella del circo. El Hombre Bala se arrojó contra la puerta, destrozándola y los sorprendidos artistas se encontraron al entrar con el peor de los escenarios. Kirki se encontraba prendido a la yugular de "Vera", la simpática mona tití que hacía las delicias de grandes y chicos con sus gracias y morisquetas.

Horrorizado, el señor Loff expulsó al enano del circo, aunque omitió denunciarlo a la policía Federal para evitar rumores.

El circo se fue pero Kirki quedó varado en Buenos Aires, lejos de su tierra y, posiblemente obligado a seguir practicando su afición hemática para obtener alimento. Su exilio comenzó en un caserón abandonado de Flores.

Sus nuevos vecinos, que al principio lo tomaron sólo como a un personaje pintoresco, lo bautizaron con el nombre exótico de Belek, quizás por algún diálogo a media lengua que escucharon de su boca.

Con el tiempo, los vecinos comenzaron a notar la ausencia de algunos gatos. Pronto se corrió la voz de que algo extraño sucedía en el caserón abandonado que le servía de morada al antiguo enano.

Pero un día el miedo comenzó a tomar forma cuando a doña Ángela, una vecina que vivía en la calle Santander, perdió a su minino preferido. Ante el misterio de la ausencia de los felinos y tras una breve investigación, algunos dedos acusadores comenzaron a apuntar al enano misterioso y excéntrico, que no se trataba demasiado con nadie y era el único ser que se movía por fuera del medio ambiente barrial, pero por sus calles.

Una noche, cerca de la estación, atraparon a Belek con una red de arco de fútbol, pero el enano cortó la red con un amenazante cuchillito y se escapó una vez más.

Finalmente, algunos dijeron que Belek, afectado por el clima húmedo de Buenos Aires, Belek emigró hacia tierras cordobesas.

Pero otras versiones que corrieron por el barrio sitúan a Belek en el cementerio de Flores. Allí aún se alimentaría de gatos, ratas y de otros inofensivas bestias más pequeñas que él. 

Nota: la foto es ilustrativa. 

Metejon de Barrio.

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