miércoles, 29 de febrero de 2012

PROFESIONALES DEL 1600

El 26 de enero de 1605 llegó a la Trinidad (la antigua Buenos Aires) Manuel Alvarez, el primer barbero de la ciudad.

Era una buena noticia, no solo para los hombres que podrían afeitarse, sino para las damas también, ya que en aquel entonces además de rasurar, los barberos eran cirujanos.
Manuel se presentó ante el Cabildo para reclamar que le dieran un sueldo de 400 pesos y le pagaran las medicinas.
El 23 de mayo, sin saber las circunstancias, renunció a su empleo. Pero el Cabildo le prohibió salir de la ciudad y lo obligó a continuar con sus tareas hasta fin de año.
Igualmente, mucho problema no se hizo, porque cuando pudo se escondió en uno de los tantos barcos que paraban en el puerto para nunca mas volver.
Y ahora, el problema era conseguir otro barbero.

El próximo en aparecer se llamaba Jerónimo de Miranda. A este lo colmaron de atenciones e hicieron que se sintiera como en su casa. Pero no alcanzó, porque con lo poco que le pagaban, pronto Miranda pidió permiso para viajar a Tucumán donde podría contar con más suerte.

Entonces, se convocó una reunión en el Cabildo para retener al profesional del bigote. Allí se resolvió hacer una colecta entre vecinos.
La alcancía se llenó con rapidez: 91 porteños hicieron sus donaciones y lograron reunirse 434 pesos. Le ofrecieron solo 400 pesos y con los 34 pesos restantes... no se sabe que ocurrió.
Tiempo después llegaron mas “profesionales” entre ellos el herrero y veterinario Juan Cordero, quien curaba lamparones (tumores), una habilidad aprendida con los caballos.

Fuente: Hist. Daniel Balmaceda


Metejon de Barrio

miércoles, 29 de febrero de 2012

PROFESIONALES DEL 1600

El 26 de enero de 1605 llegó a la Trinidad (la antigua Buenos Aires) Manuel Alvarez, el primer barbero de la ciudad.

Era una buena noticia, no solo para los hombres que podrían afeitarse, sino para las damas también, ya que en aquel entonces además de rasurar, los barberos eran cirujanos.
Manuel se presentó ante el Cabildo para reclamar que le dieran un sueldo de 400 pesos y le pagaran las medicinas.
El 23 de mayo, sin saber las circunstancias, renunció a su empleo. Pero el Cabildo le prohibió salir de la ciudad y lo obligó a continuar con sus tareas hasta fin de año.
Igualmente, mucho problema no se hizo, porque cuando pudo se escondió en uno de los tantos barcos que paraban en el puerto para nunca mas volver.
Y ahora, el problema era conseguir otro barbero.

El próximo en aparecer se llamaba Jerónimo de Miranda. A este lo colmaron de atenciones e hicieron que se sintiera como en su casa. Pero no alcanzó, porque con lo poco que le pagaban, pronto Miranda pidió permiso para viajar a Tucumán donde podría contar con más suerte.

Entonces, se convocó una reunión en el Cabildo para retener al profesional del bigote. Allí se resolvió hacer una colecta entre vecinos.
La alcancía se llenó con rapidez: 91 porteños hicieron sus donaciones y lograron reunirse 434 pesos. Le ofrecieron solo 400 pesos y con los 34 pesos restantes... no se sabe que ocurrió.
Tiempo después llegaron mas “profesionales” entre ellos el herrero y veterinario Juan Cordero, quien curaba lamparones (tumores), una habilidad aprendida con los caballos.

Fuente: Hist. Daniel Balmaceda


Metejon de Barrio