domingo, 9 de diciembre de 2012

LOS LOCOS DE PALERMO

No es nada nuevo decir que la figura del polémico Don Juan Manuel de Rosas sigue generando amores y odios luego de ya casi 200 años.

La particular historia que traemos a continuación, cuenta de la existencia de cuatro locos que vivieron durante muchos años en el Caserón de Palermo: el Gran Mariscal Don Eusebio, el Reverendo Padre Viguá, El Loco Bautista (mulatos todos ellos) y el último, conocido como El Negro Marcelino.

De ellos, el que más se destacaba era el Gran Mariscal Don Eusebio, quien tenía carta blanca para decir la mayor insolencia al personaje más encumbrado (previa autorización de su jefe)
Rosas festejaba ruidosamente esas procacidades, y la víctima no tenía más remedio que aguantarlas por no disgustar a don Juan Manuel. El loco se había identificado tanto con Rosas a punto de adivinar en una mirada, cuál de las personas presentes le era la más antipática al Brigadier, y sobre ello volcaba sus sátiras ofensivas.

Eusebio se acercaba a la persona, la miraba con fijeza, y se ponía a hacer burlas de su vestimenta o de sus formas físicas. La víctima, sin atreverse a protestar, sonreía y sufría, guardándose para sí y masticando bronca.
Rosas luego le pedía al loco que cese con su burla, pero éste en vez de obedecer, las duplicaba. El bufón seguía hasta que la víctima quedaba completamente humillada.

Otras veces, Rosas mandaba a don Eusebio con un bonito uniforme, para que entretuviera a visitantes recien llegados mientras él demoraba un momento. Detrás de las paredes Rosas se escondía a reírse del arribado, el cual no entendía absolutamente nada.

Cuando Rosas no tenía con quien divertirse, los locos eran sus víctimas.
Así pasaba por ejemplo con el mulato apodado "Reverendo Padre Viguá". Cuando Rosas lo encontraba en algún grave delito de torpeza, le daba de rebencazos, y el loco recibía los golpes con recogimiento y sin la menor protesta.

El Loco Bautista era menos gracioso, por hallarse próximo al estado demencial. Rosas lo empleaba como víctima pasiva de sus diversiones. Se ha escrito que era el preferido para que "le insuflaran los intestinos por medio de fuelles y hacerlo luego montar con espuelas", o bien para hacerle arrancar los pelos de la pelvis por medio de "pinzas"...

El Negrito Marcelino completaba la tetrarquía de los bufones familiares. Este último era habilidoso para desempeñarse en los mandatos insolentes y en las raterías domésticas. El loco apodado "Padre Viguá" acostumbraba valerse de Marcelino para ejecutar pequeñas estafas, de las cuales nadie reclamaba temiendo el enojo de Rosas.

En la foto, un retrato del Padre Viguá, uno de los locos de Rosas.

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domingo, 9 de diciembre de 2012

LOS LOCOS DE PALERMO

No es nada nuevo decir que la figura del polémico Don Juan Manuel de Rosas sigue generando amores y odios luego de ya casi 200 años.

La particular historia que traemos a continuación, cuenta de la existencia de cuatro locos que vivieron durante muchos años en el Caserón de Palermo: el Gran Mariscal Don Eusebio, el Reverendo Padre Viguá, El Loco Bautista (mulatos todos ellos) y el último, conocido como El Negro Marcelino.

De ellos, el que más se destacaba era el Gran Mariscal Don Eusebio, quien tenía carta blanca para decir la mayor insolencia al personaje más encumbrado (previa autorización de su jefe)
Rosas festejaba ruidosamente esas procacidades, y la víctima no tenía más remedio que aguantarlas por no disgustar a don Juan Manuel. El loco se había identificado tanto con Rosas a punto de adivinar en una mirada, cuál de las personas presentes le era la más antipática al Brigadier, y sobre ello volcaba sus sátiras ofensivas.

Eusebio se acercaba a la persona, la miraba con fijeza, y se ponía a hacer burlas de su vestimenta o de sus formas físicas. La víctima, sin atreverse a protestar, sonreía y sufría, guardándose para sí y masticando bronca.
Rosas luego le pedía al loco que cese con su burla, pero éste en vez de obedecer, las duplicaba. El bufón seguía hasta que la víctima quedaba completamente humillada.

Otras veces, Rosas mandaba a don Eusebio con un bonito uniforme, para que entretuviera a visitantes recien llegados mientras él demoraba un momento. Detrás de las paredes Rosas se escondía a reírse del arribado, el cual no entendía absolutamente nada.

Cuando Rosas no tenía con quien divertirse, los locos eran sus víctimas.
Así pasaba por ejemplo con el mulato apodado "Reverendo Padre Viguá". Cuando Rosas lo encontraba en algún grave delito de torpeza, le daba de rebencazos, y el loco recibía los golpes con recogimiento y sin la menor protesta.

El Loco Bautista era menos gracioso, por hallarse próximo al estado demencial. Rosas lo empleaba como víctima pasiva de sus diversiones. Se ha escrito que era el preferido para que "le insuflaran los intestinos por medio de fuelles y hacerlo luego montar con espuelas", o bien para hacerle arrancar los pelos de la pelvis por medio de "pinzas"...

El Negrito Marcelino completaba la tetrarquía de los bufones familiares. Este último era habilidoso para desempeñarse en los mandatos insolentes y en las raterías domésticas. El loco apodado "Padre Viguá" acostumbraba valerse de Marcelino para ejecutar pequeñas estafas, de las cuales nadie reclamaba temiendo el enojo de Rosas.

En la foto, un retrato del Padre Viguá, uno de los locos de Rosas.

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